jueves, 28 de septiembre de 2017

La calle Flor i Cel. La imaginación al poder.


La calle Flor i Cel no será la calle más bonita del mundo. Tampoco es la calle más bonita de Santa Coloma. Tú tampoco eres gran cosa. Somos poca cosa. La calle Flor i Cel, en cambio, tiene algo que tú no tienes. Y no se trata de otra cosa que ser la calle Flor i Cel. No te das cuenta de que estás en la calle Flor i Cel hasta que ves el nombre de la Calle Flor i Cel. Una calle que surca un pequeño lomo del barrio de Santa Rosa y que engancha la calle Pirineus con la calle Sant Andreu y cruza la calle Mas Marí.
Desde arriba, nos remontamos como si no fuera con nosotros la cosa y llegamos a la calle Pirineus. Mi padre mira los pisos pintados de amarillo y naranja, los mira con cierta extrañeza y luego dice, qué bonito. Le digo que vamos bajando. Aquí vivían los padres de la Chelo, pero en qué casa, no nos acordamos. Los padres de la Lourdes. Recuerdo que había que bajar unas escaleras. Es de lo único que me acuerdo. La calle Flor i Cel presenta una fantasía de casitas bajas. Un matrimonio, muy mayor y muy digno, se toma su tiempo, todo el necesario, para abrir la puerta, mientras en la muñeca se le balancea a la señora la barra de pan que acaba de comprar. La calle, toda la calle, tiene una banda sonora de Marc Anthony, no diré que a todo meter, pero sí con el volumen justo para que se oiga y bien. Volumen no lleva tilde en la ú. No escarmentamos.
La calle Flor i Cel tiene casitas bajas. Antes, antes, mucho antes de que todo esto fueran viñas, antes de todo eso, antes ya había casitas bajas. Casitas con una pequeña entradita y una puerta pequeña para entrar. Luego vinieron las invasiones de los íberos, los romanos (que desalojaron a los griegos), los visigodos, los árabes, los Reyes católicos, Jordi Pujol, los comunistas y volvieron de nuevo las casitas bajas y a su lado brotaron edificios con plantas bajas. Edificios que se instalaron en la calle Flor i Cel y que venían de otros puntos del estado español y que ahora tienen carnet de identidad y están vacíos.
Edificios en los que se alberga un solo bar, con gente en la puerta porque antes, cuando todo esto eran casitas bajas y luego fueron viñas y antes de la llegada de los okupas checoslovacos, antes se podía fumar en la puerta y dentro de los sitios. Ahora solo dejan fumar fuera de lo sitios y a mí me parece bien porque no fumo y me sirve para salir y dar una vuelta. No hay más cosas en la calle Flor i Cel que un cartel que, mitad en castellano y mitad en catalán te dice que estás en la calle Flor i Cel. Y déjenme volar y pensar que es tan bonito ese nombre que quisiera estar con una flor en el cielo. Y como una flor, crecer. Como esa canción de Paul Mccartney que era tan divertida. Crecer como una flor hasta el cielo. Si subes la calle Flor i Cel llegas a la calle Pirineos. Todo tiene un sentido y un porqué. En la calle Pirineos es amarillo y naranja todo por consenso de las instituciones y la gente. Con su censo y su carnet de identidad.
Frente a la casa de donde sale toda esa música hay una Caixa, lo que nos indica que, pese a las muchas civilizaciones que han pasado por esa calle de nombre tan bonito, tampoco han podido con el sistema y a la vez, el sistema se ha acordado de ellos para que puedan sacar dinero. Como usted y como yo. Si cruzamos por la calle Mas Marí hacia abajo tendremos la tentación de seguir la Calle Mas Marí hacia un lado o hacia otro. Son tantos los recuerdos. Recuerdos olvidados. No recordamos dónde estaba esa casa. El señor Paco. La señora Virtudes*. La tienda de la calle Mas Marí. El bar de debajo de la casa de Miguel. La terraza con el pato. El primer lugar en el que me di cuenta de que me daban asco las aceitunas.
Hay un tramo de la calle Flor i Cel que te lleva al reino de los contrastes. Un paraíso de persianas oxidadas, fachadas ajadas, domicilios, viviendas, una conexión entre el cielo y la flor. Las flores de la calle Amapolas. Qué preciosidad de nombre. Amapola, lindísima amapola, no seas tan ingrata. Es una calle demasiado larga para mí, la calle Amapolas, el carrer de les Roselles. Me hago mayor y me abruma contar cosas, pienso que quizás os aburro y que no sé hacer ya eso que antes creía que sabía hacer y tampoco. . Hacemos fotos a la calle Flor i Cel en perspectiva. Por qué.
Preguntar es sencillo, pero a una pregunta viene una respuesta y esa respuesta te fija el conocimiento. Conocer es una mierda. Mejor inventar. Imaginar. La calle Flor i Cel creo que es una calle para imaginar. Imaginar por qué. Por qué se llama así, inventarlo, pensar que debe haber algún motivo, que en esas casas bajas, recuerdo de las casas bajas primeras, alguien esconde el secreto. Flor y cielo. Tiene nombre de guardería. De Esplai. Todo tiene un extraño parecido a un esplai en estos días. Menos la policía. Hasta la policía.
Y llegamos al final de la calle que es la entrada a otra calle larga con un supermercado que nos recibe. Aparca aquí. Vamos andando, no hay necesidad. La calle Flor i Cel, el barrio de Santa Rosa. Ya no sé cómo hacerlo para imaginar. Ni siquiera la calle Flor i Cel me inspira. Debería haber entrado en el bar Flor i Cel. De la Calle Flor i Cel. Del barrio de Santa Rosa.
Todo puede ser tan bonito, aunque sea cuesta arriba…

*Fulgencia

No hay comentarios:

Publicar un comentario