viernes, 24 de julio de 2020

Literatura fantástica

Y cansado de escuchar, Oliunov interrumpió a Hublev para contar su historia:
'Pues yo llegué a Gomaschino justo cuando ya había dejado de helar y la primavera empezaba a asomarse y nunca escuché hablar de todas esas cosas que me cuentas, amigo Hublev. Yo os escucho y os comprendo y me sabe muy mal tener que ser siempre la persona que os diga según qué cosas, pero es evidente que dedicáis mucho tiempo a adornar historias que son sencillas con argumentos que son inventados. Hublev, amigo, dices que en casa de la señora Nadiezhda Filipovna había al menos seis sirvientes y que cada uno de ellos se encargaba de uno de los perros de la casa. En casa de la señora Nadiezhda Filipovna no había ningún perro por la sencilla razón de que yo estuve a punto de matar a la señora Nadiezhda Filipovna por accidente en su casa y nunca vinieron a atacarme seis perros, ni tres ni ninguno. Y tú también, querido Marinov, has querido referir que al final de la calle del Zar Alejandro se encontraba una taberna donde os reuníais los solteros del pueblo e imaginabais historias de amor que jamás ocurrieron ni ocurrirán. Y yo os digo que eso no es así, porque en la taberna trabajaba la bella Sonja Tereschnina y ésta tenía dos hermanas también muy hermosas, la más mayor Natalia y la pequeña Olga y el padre de todas ellas siempre estaba sentado en la barra del bar vigilándolas y allí no iban solteros de ningún tipo sino respetables ancianos que no podían enfrentarse al señor Tereschnin de nombre Pavel y que había sido soldado y todo el mundo decía y sabía que manejaba el sable con tal destreza que cualquiera que se acercase a sus hijas podría salir sin ojos de la taberna. Yo entiendo que Gomaschino no sea precisamente el lugar más divertido del mundo, pero no merece la pena inventar nada. Ahora, cuando vuelve otra vez el frío, me gusta largarme de aquí y buscar fortuna en tierras más cálidas. Me gusta la isla de Mallorca, en el mediterráneo. Un lugar tranquilo donde ya he estado alguna vez y allí conocí hace dos años a una chica de cabello negro y piel blanquísima que se llamaba Margalida y que dice que me espera este año y que si de verdad voy se vendrá conmigo y vivirá aquí en Gomaschino, cuando vuelva a venir el deshielo. Y os podéis reír si queréis'.

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