jueves, 2 de marzo de 2023

Premis Ciutat de Santa Coloma, una crónica


Hay un chiste de Gila en el que habla de alguien en un pueblo a quien le hacen una broma que le cuesta la vida y ante el enfado de su mujer los mozos le contestan, pues si no aguanta una broma márchese del pueblo. Ayer se hizo entrega de los Premis Ciutat de Santa Coloma y esta gala, postpuesta por los efectos de la pandemia, recuperó ese encuentro entre la Santa Coloma más diversa que uno se pueda imaginar. Ahí estábamos todos y todas. Los que estábamos allí, los que habían venido hasta allí llamados por alguien y no sabían qué hacían allí exactamente, los que no querían estar allí, los que quizás nunca más vuelvan por allí, los que no querían estar exactamente en el sitio en el que estaban y ponen cara de tendríamos que estar nosotros allí, los que están contentos y no saben porqué, los que conocen a alguien y no saben de qué, los que están porque son, los que no saben que lo son, los que no saben lo que son, y los que saben que fuera del teatre Sagarra hay tanta gente que tiene, al menos, algo que aportar y los que no lo saben también. Todos y todas estábamos allí. Desde un primer momento pensé que esas chaquetas colgadas acabarían puestas sobre los cuerpos de las bailarinas. Las chaquetas colgadas de un hilo y que representaban, digo yo, una vida cotidiana que poco a poco hemos ido recuperando en forma de una libertad que, ay, cuando la conseguimos nos hace ir a cada uno por su lado. Por una vez, la presentadora o presentador, se ciñó a un mero papel de eso, presentador y nadie pretendió adornar la cosa con nada que no fuera el recitado de premios. Unos premios que elige un jurado, ese jurado lo forma un grupo de personas, esto es Santa Coloma de Gramenet y si no te gustan las bromas vete del pueblo. Esto es Santa Coloma de Gramenet y si quieres, puedes querer a la gente de Santa Coloma de Gramenet o bien considerar que todos y cada uno de los colomenses que no piensan como tú son unos vendidos al poder o bien es el poder, omnipotente, asfixiante, enfermizo, demoledor, controlador y abyecto, quien nos tiene a todos dominados, adormecidos, atontados, bailando a su son. Puedes pensar eso, que es muy fácil, que es lo más sencillo, estáis todos vendidos y no levantáis la voz ante lo que es clamoroso, o bien pensar que todo eso que pasa finalmente se transforma a través del cariño hacia la gente y poniendo la mejor de nuestras caras y comprensión en un día que es feliz para todos los que están allí de la manera que sea. Una cara que, incluso ante quien hace un discurso que te hace recordar tanto trabajo hecho por compañeros y compañeras, tantas horas de reunión, de contacto, de apoyo, de tender la mano a quien estaba en dificultades, ha de ser buena, porque lo volveríamos a hacer. Pues claro, todos se merecen los premios alcanzados, todos merecen que sus menciones fueran premios también. Los premiados y premiadas suben a escena y lanzan sus discursos de agradecimiento. Paradójicamente hay quien incluso no sabe que ha de hacer un pequeño discurso, da igual, se improvisa y queda tan natural y tan bien que eclipsa a quien lo ha escrito y reescrito y no acabas sabiendo de qué está hablando o cuál es la actividad real que lleva a cabo el o los galardonados. Amigos y amigas que reciben premios, amigos y amigas y compañeras que reciben menciones y aprovechan para colocar discurso político ante la estupefacción de quienes no quieren escuchar nada y solo han venido a aplaudir. Los premios pasan, se acaban, la gala termina, la alcaldesa, principal galardonada de unos premios donde nadie sabe si hay un jurado o es la propia alcaldesa la que, con su sabia tal, decide y por tanto recibe los méritos de la decisión y hay una foto magnífica de conjunto donde deben ser los protagonistas precisamente los que se van a casa contentos por haber sido reconocidos de la manera que sea por su trabajo y lo demás tendremos tiempo de hablarlo. Y si no te gusta, no te vayas al pueblo, sé pueblo. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario