miércoles, 15 de marzo de 2023

Todo a la vez en todas partes - Daniel Kwan y Daniel Scheinert


Yo sí que sé de qué va Todo a la vez en todas partes, la película que ha sido la gran triunfadora de los Oscars de este año. Y lo sé pese a haberme perdido media película aproximadamente porque entré en lo que se llama un estado morfeico severo, pero no por causa de la película sino por mis propios motivos personales de una persona como usted y como yo. He de decir que esta película ya la intentamos ver en una sesión nocturna algún mes antes del visionado final y pese a que nos pareció ciertamente resultona, impactante, un poco una flipada y con un discurso un poco difícil de seguir, dijimos, tenemos que acabar de verla, cosa que nunca pasó. Así que tuvimos que reemprender el visionado un tiempo después desde el principio, un principio que ya habíamos visto y que me salté. Ví así el final de la película si entendemos por el final los tres cuartos de hora finales. Y puedo decir que coincido con el veredicto de David Byrne y no voy a hacer spoiler pero sí que diré que el artificio sobre el que se sustenta el relato y que hace que nos hagamos el desto un lío en más de uno y de dos y de tres ocasiones, se resuelve de una manera clásica que deja contentos a los que quieren estar contentos y que deja contentos a los que ya venían contentos de casa. 

¿Voy a criticar yo una película con una constante profusión de saltos, cambios, escenas que van y que vienen, escenarios que desaparecen, fantasías varías y trucos a troche y moche? Jamás. La película es entretenida por eso y por mantenerte, si es que motivos personales te lo impiden, despierto, pero sí que me parece que para llegar a ese final no hacía falta tanto tanto. O quizás es que sabiendo que el final iba a ser ese, lo mejor era rellenarlo con toda la suerte de experiencias en el relato que uno pueda imaginar. Enhorabuena a los premiados y a las premiadas. 

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