lunes, 18 de septiembre de 2023

El Conde - Pablo Larraín


Al ver el cartel piensas que fíjate que es una película donde se van a bufar de Pinochet. Cuando se cumplen los 50 años del infame golpe de Estado que el general Pinochet perpetró contra el gobierno de Salvador Allende, piensas, los chilenos con Pablo Larraín al frente, se toman merecida venganza contra el dictador y se van a pitorrear de tan augusta figura. Y sin embargo, no. Porque la idea de partida, por la cual Pinochet es un vampiro y no está muerto porque los vampiros para morir necesitan que los maten de una determinada manera, en principio puede hacer gracia y da lugar a situaciones grotescas. De hecho, toda la película es grotesca. Pero las ganas de cachondeo se te quitan cuando te das cuenta de que se está hablando de un personaje sanguinario, de unos personajes sanguinarios y desalmados, de unos personajes que solo han buscado y buscan un beneficio personal a costa de cualquier cosa, que traicionan, matan, mienten, matan, matan, roban, te sacan el corazón y matan porque sí, porque quieren y porque pueden. Y Pinochet, que quiere morir, no quiere morir y sus hijos que quieren que muera solo quieren más dinero y si malo es Pinochet mala es Lucía Hiriart y así todo hasta que todo se convierte en una narración donde nada hace gracia porque todo es tan alucinante que es verdad. Hasta la omnipresente Margaret Thatcher como voz en off es tan surrealista que es posible. Porque no estamos hablando de personajes inventados, estamos hablando de cosas que pasaron. Y qué valientes los chilenos, y qué valiente Pablo Larraín capaz de hacer una película como esta, de contar su historia de esta manera, sin reconciliaciones, sin don't look back, sin todas esas mierdas. Pinochet, vampiro, chupasangres, nunca muere. Y está bien saberlo para seguir preparados. 

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