domingo, 24 de septiembre de 2023

Oppenheimer - Christopher Nolan

Las películas de Christopher Nolan se han convertido en un acontecimiento, porque tienen algo. Es un algo que está relacionado con una complejidad, bien estructural, o formal, o argumental, que no las hacen aptas para un público que vaya simplemente al cine o se vaya a sentar delante de la pantalla para 'pasárselo bien', o para estar entretenido un rato con una buena historia. Sus películas parecen buscar siempre algo más, un esfuerzo por parte del espectador para que sienta que esa película no es una historia más. Incluso sus películas de super héroes, tienen que tener algo. Bien. Oppenheimer, su última película, podría ser algo así también, pero ayer, viéndola en pantalla grande, tuve la sensación de estar viendo una película, un biopic, que podría haber firmado cualquier otro director, director de los buenos, ojo, pero que no tenía porque quizás no podía, tener ese rollo especialito que tienen sus películas. Sí, efectos sonoros y visuales al margen, dado que estamos hablando de la vida de un físico y de alguna manera tenemos que representar 'la física' en la pantalla. Pero aquí estamos delante de otra historia. Una historia que es sencilla, es una vida, y es complicada por los dilemas morales que plantea y, también, por la enésima denuncia de la represión ideológica que se llevó a cabo en la democracia modélica por excelencia. Oppenheimer nos cuenta la historia de un físico, un intelectual, un comunicador y un aglutinador, que se convierte en el artífice de la primera bomba atómica. Una persona que sabe que está haciendo lo que está haciendo para que no se haga nunca más. Pero que no es consciente de que las personas son personas, los políticos políticos y la guerra no es algo que se reduzca a imponer el poder por la destrucción, sino que la guerra es otra cosa y estar en guerra algo muy lucrativo. La película es entretenida, muy entretenida, porque los saltos adelante y atrás en el tiempo nos meten en una vida donde la relación y simpatía de Oppenheimer por las causas progresistas (especialmente significativas son las referencias a sus apoyos a la República española), será crucial en su trabajo y en su final. Ser de izquierdas, tener relación el partido comunista o con comunistas en general, marca su vida y sus relaciones y será utilizado para quitarlo de en medio cuando el enemigo dejen de ser los nazis y pasen a ser los comunistas como si los comunistas no hayan sido siempre un enemigo. La película avanza por el camino y los enfrentamientos que tienen lugar hasta que la bomba se hace y se lanza y luego se convierte en trepidante cuando se pasa al juicio que no es un juicio por el cual se le quiere apartar de la seguridad de los Estados Unidos por su filiación y por su convencimiento de que lo que se ha hecho con la bomba finalmente estaba mal. Y que podría ir a peor si se hace una bomba más grande, la bomba H. Esa parte final sin embargo necesitaría una coda algo más grande, una explicación de qué le pasa y cómo queda Oppenheimer una vez que es derrotado y apartado, aunque hay al final un reconocimiento casi póstumo. Qué pasó con. Y en su cabeza. La película hace pensar, claro. Una bomba para acabar con todas las guerras. La entrevista con el presidente Truman, es reveladora. Los interrogatorios a Teller, por ejemplo, también. La figura de la mujer de Oppenheimer, Kitty, mucho. Una película muy interesante, con un reparto de excepción, espléndidamente realizada, que no tiene nada de especial salvo por una historia que es la historia de nuestro propio afán de autodestrucción disfrazada de redención o progreso. O quizás de nuestro afán por progresar proporcionando nuestras propias armas para terminar con todo. Como si eso fuera suficiente para pararlo todo. Como si las personas fuéramos científicos. Como si los científicos no fueran personas. 

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