lunes, 9 de octubre de 2023

Están solos


El sábado por la mañana nos levantábamos con la noticia de que Hamas había perpetrado un ataque en territorio del Estado de Israel. No sólo lanzamiento de cohetes sino penetración en el mismo territorio israelí provocando un número elevado de muertes. Automáticamente, lo que le viene a uno a la cabeza es esa cantidad de películas en las que nos enseñan que si un supuesto terrorista palestino mueve un bolígrafo de este lado de la mesa a este otro lado de la mesa, un dron, un monitor, un algo, lo detecta y los servicios de seguridad neutralizan al instante la amenaza. Las películas. Desde el aire, todo monitorizado, todo controlado, todo susceptible de ser aplastado al momento. Inocuamente. Y de repente, vemos cómo un festival, una rave, de repente se convierte en una carnicería ante nuestros ojos. Ojos occidentales asustados que de momento se ponen de parte de nuestros hermanos de costumbres israelíes y condenamos y nos solidarizamos y decimos que este no es el camino. Nunca es el camino. Nunca sabremos lo que es vivir en esas condiciones, las condiciones de los palestinos, los de Gaza y los de Cisjordania. Nunca nos podremos comparar, por muy injustas que sean nuestras condiciones de vida, a lo que ellos viven. Así que no podemos comprender qué es lo que pueden sentir en esos territorios los que ya solo creen que inmolarse puede ser una solución. Y ni eso. Un grito de atención. Automáticamente, lo que me vino a la cabeza también es pensar en el horror que se les venía encima. Por el momento, ya son 100 niños muertos. Solo niños. Una carnicería se abalanza sobre Gaza. Todo está justificado. Y todo es susceptible de empeorar. Porque están solos. Quizás este ataque ha sido una demostración precisamente de esto, que están solos, que ya no hay esperanza, que todo el mundo, incluso sus tradicionales aliados, les han abandonado. El ministro de defensa israelí acaba de calificar la situación con estas palabras: 'Estamos luchando contra animales humanos y actuamos en consecuencia'. Ante esto, ya no hay nada que añadir. Ya no son personas, son animales humanos. Qué calificativo puede merecer esto. No son personas, son animales humanos. Hemos llegado hasta aquí y no es el final de nada, es solo el principio. Y están solos. Nos pueden hablar y contar que quizás Hezbollá, que quizás Irán. Nada. No hay absolutamente nada que pueda hoy día hacer frente a la potencia de fuego de un Estado Israelí en manos de lo más zumber de su espectro político. Con el apoyo explícito de la mayor potencia militar. Y con unos países árabes que están deseando bajarse del barco para facilitar su apertura a nuevos mercados. Más liga de fútbol millonaria y menos palestinos. Así que ahora mismo, con el corazón encogido para saber hasta dónde le conviene llegar a quien manda en Israel, hasta dónde piensa llegar con la masacre, y qué cambia todo esto en la zona. Quizás estemos presenciando la muerte de lo que pudo haber sido una solución para Palestina, de manera definitiva. El cruel canto del cisne de un pueblo condenado, ahora sí, quizás a la expulsión definitiva. Un nuevo polvorín, dicen, se abre a las puertas del mundo civilizado. Los civilizados estamos en nuestro derecho de hacerlo todo arder. Por el momento 100 niños muertos. Pero esos 100 niños llevan muriendo desde hace mucho tiempo. Y ahora están más solos que nunca. Otra masacre, otra carnicería, todo nuestro apoyo. 

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