jueves, 26 de octubre de 2023

Nuestro problema con...


La masacre que está perpetrando el Estado de Israel en Gaza nos ha puesto ante los ojos una evidencia que habíamos preferido no encarar. Los propios gobernantes o representantes o portavoces o lo que sea de la entidad israelí ya no tienen ningún pudor en decir que su acción está legitimada ya que no están peleando contra otros seres humanos, sino contra animales. Así, se desentienden de cualquier responsabilidad por posibles, y reales, crímenes de guerra, y los hacen pasar por otra cosa. No están matando niños, niñas, ancianos, jóvenes, adultos, personas, árabes, están matando animales. Y por eso, además, se revuelven contra todo aquel que diga, simplemente diga, que lo que está ocurriendo es una barbaridad. Seas el secretario general de Naciones Unidas o usted mismo, Israel no consiente que se discuta lo que hace porque no tiene discusión. Porque es como erradicar una plaga, piensen lo que eso significa, una plaga, algo a erradicar, algo que es pernicioso. Los árabes. Los palestinos. Nuestro problema con los árabes podría haber sido el título de este texto, pero al decir 'nuestro' podríamos haber ampliado el círculo a cualquier otro colectivo que no fuera el que entendemos por 'nosotros'. Pero es que, ya sabemos también que ni siquiera 'nosotros' somos nosotros para buena parte de ese nosotros. Simplemente porque no compartimos. Lo que sea. No lo compartimos y somos sospechosos, censurables, exiliables, exportables, erradicables. Nuestro problema con todo aquel o todo aquello que sea diferente. Hubo un tiempo, hasta no hace poco y no me gustaría que se perdiera de vista que para mucha gente todavía, el pueblo judío era erradicable. Para mucha gente lo es todavía. En el mundo conspiranoico todavía son los culpables de miles de cosas y dominan el mundo desde sus escondrijos. No hay que engañarse y dejar de pensar que algunos que ahora critican la acción de Israel utilizan argumentos también de papel de plata en la cabeza. No hay que ser tan así. Simplemente hay que calificar como criminales de guerra a aquellos que han extremado su ideología de tal manera que hablan abiertamente de animales para referirse a personas. Y esto les está llevando, de una manera irreversible, a perder la batalla del relato. Así los gobernantes y políticos de la oposciión israelí, queriendo representarse como parte de nuestro mundo y representantes de la occidentalidad frente a la barbarie animal exótica oriental perniciosa (prejuicio de toda la vida desde los griegos hasta nuestros días), se están complicando la batalla del relato. La batalla de las muertes la están ganando sin duda. Masacres diarias, imágenes terroríficas, pero eso ya lo tienen descontado. Lo que no cuentan con  perder es seguir siendo presentados al mundo como víctimas, cuando lo que están haciendo no tiene perdón. Y así nos encontramos con invocaciones a textos bíblicos y demás majaradas, hablar de seres de luz y de seres de la oscuridad, para justificar, ya de manera desesperada, lo que es una ida de olla completa o bien, mejor, un plan atroz que busca crear el gran quilombo que les justifique una acción aún mayor en la que, ahí sí, todos y todas tendríamos que enmerdarnos. Todavía más. Nuestro problema viene de lejos. No aceptar lo otro y no aceptar que somos producto de muchas cosas, que somos muchos y uno, pero a los españoles qué nos van explicar. Si esto lo inventamos nosotros. Un poco. 

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