martes, 17 de septiembre de 2024

Pequeños cuentos centroeuropeos


Las ciudades y los pueblos grandes y las capitales de provincia y las capitales de comarca y las islas de casas y los bloques y los barrios y las urbanizaciones. Adela vivía en algún sitio así, rodeada de gente. Y esa gente la conocía y sabía cómo se llamaba y dónde trabajaba y quién era su novia y qué ideas tenía y todo eso. Adela vivía en un piso con otra gente y todo el mundo lo sabía. Todo el mundo tenía ya ubicada a Adela y Adela solo tenía que dejarse ir el resto de su vida para seguir siendo la Adela a la que todo el mundo quería o ignoraba, según. Así transcurrieron los años y Adela finalmente se casó con su novia y se fueron a vivir juntas. Todo el mundo recogió este cambio, asimiló la información y sin más sobresaltos llegó el momento en el que Adela y su compañera, que se llamaba Alicia, tuvieron un hijo, que se llamó Adamo. Y aquí comenzaron los malentendidos, las preguntas y no ubicar a Adela donde se esperaba, porque Adamo claramente nos deriva a un cantante belga de los años sesenta y Adela no tenía ninguna relación con todo eso de los sesenta. Adela era otra cosa y todo el mundo lo sabía. Alicia, por su parte, prácticamente era un clon de Adela y ambas tenían los mismos gustos, querencias, aficiones, ideología, clichés. En este caso, no existía la influencia perniciosa de. Adamo creció y sus madres le apuntaron a un conservatorio de música. Creo que es innecesario referirnos a cómo acaba la historia de Adamo y las extrañas coincidencias y equívocos que. Pero sí que tendré que decir algo sobre Adela y Alicia y del absoluto aburrimiento que fue el resto de su vida, aunque todo el mundo en la ciudad, en el barrio, en el poblacho, en la aldea, en la comuna, en el bloque, en la capital de comarca con una importante industria de procesados alimenticios, estuviera tan contento con todo. 

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