lunes, 23 de septiembre de 2024

Pequeños cuentos centroeuropeos

 

Hay una casa en Praga, cerca del cementerio judío, bueno, no está tan cerca del cementerio judío, pero para situarnos un poco creo que está bien decirlo. Cerca del cementerio judío de Praga hay una casa, una casa en la que vivía una familia. La casa tenía tres plantas. Esta familia, la familia Dinkov, vivía en el segundo piso. El tercer piso estaba vacío. Y en la primera planta había una taberna. La familia Dinkov no regentaba la taberna. La taberna era propiedad de otra familia. Peter Dinkov trabajaba en una herrería, su mujer Natalia Dinkova en una fábrica de botones y los hijos Karol y Petra estaban todavía en el colegio. La taberna la llevaba la familia Hrilak. No eran de Praga. No sabía explicar claramente de dónde venían. El padre hacía años que había muerto. Tampoco sabían explicar cómo había sucedido. Si le preguntabas a su viuda, la señora Hrilakova, respondía con una larga historia en la que la enfermedad y la depresión se mezclaban para acabar en un momento en el que no sabías si se había suicidado o la enfermedad lo había matado. Si le preguntabas a la hija, esta hablaba de que había muerto en la guerra. Si le preguntabas por qué guerra, te contestaba que la guerra. Los Dinkov y los Hrilak nunca habían sido amigos. Los Hrilak hacían vida en la taberna, donde al fondo tenían unos cuartos y un baño. Los Dinkov entraban  por una puerta que llevaba a una escalera que conducía al segundo piso. Un día apareció un señor muy atildado, parecía británico, se plantó delante de la casa y miró hacia el tercer piso. Entró en la taberna, preguntó a la señora Hrilakova y esta le explicó que el tercer piso estaba vacío. La casa pertenecía a un señor que decían que vivía en Viena. El señor pidió las señas, llegó a un trato y al cabo de un mes se instaló en el tercer piso. No pisó más la taberna. El señor recibía cada día una comanda del mercado y él mismo cocinaba en una pequeña cocina que había instalado. Tampoco coincidía demasiado con los Dinkov. Al cabo de los dos meses consideró que había llegado el momento de las presentaciones y metió debajo de la puerta de los Dinkov y entregó en mano a la señora Hrilak una invitación. 'Soy el señor Jeremías Stürmer, propietario de este edificio, he venido a instalarme aquí desde Viena durante unos meses para comprobar el estado del mismo. Cuando termine de hacer las comprobaciones pertinentes pondré el edificio en venta y volveré a Praga, por lo que les animo a que busquen un nuevo emplazamiento para su hogar. Sin más, Jeremías Stürmer.'

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