viernes, 14 de febrero de 2025
Joc de Cartes en Santa Coloma. Todo el mundo es bueno.
El riesgo que se corre al querer escribir sobre un programa de televisión que transcurre en tu ciudad y del que son protagonistas personas a las que conoces o a las que conocerías o conocieras o conocieses es que te atenace el teclado y te acabes perdiendo en una suerte de trampa de melaza por la cual no quieras decir lo que pudieras decir o acabes cayendo tú mismo en la trampa del 'todo el mundo es bueno' y está bien todo porque somos colomenses y vecinos y todo eso. Es un riesgo que voy a correr y que, ya aviso, voy a asumir. Lo primero que tendríamos que agradecer es que Joc de Cartes o cualesquiera otro programa de Tv3 aterrice en Santa Coloma para tratar de lo que sea, de lo que sea que no sea problemático o tópico o cliché, aunque en la selección musical les cueste salirse del guión y caigamos en el estereotipo más de una vez, pero de manera tan suave que no pasa nada. Yo mismo, hace años, tuve entre mi lista de canciones bajadas del Napster el Santa Coloma Woma de los Mojinos y me sigue pareciendo una versionaca. Al día siguiente, los comentarios en redes eran desoladores: quina bona notícia que tots parlen en català. Y positivos, qué majo es el Pol. Decir que todos y todas hemos ido a todos los restaurantes que nos presentan en este Joc de Cartes sería un tanto precipitado, porque recordemos que hay una amplísima porción de colominos y colominas que eso de salir a comer y gastárselo en un menú, no lo contempla como algo habitual. Hablaré de mí. Creo haber ido a todos los restaurantes a comer. De manera puntual a casi todos. Quizás algo más a La Cuina de la Loli porque creo que es la más veterana de todos ellos. Recuerdo con mucho cariño las primeras veces en el local de la calle Olot, un poco más arriba de donde vivía el Benju, un local pequeñito que tenía un nosequé. Y se comía de lujo. Una vez llevé a mi padre, esto no sé si lo he contado antes. Le dije de ir a comer por ahí y me lo llevé hacia Santa Rosa, mi padre me preguntaba que dónde íbamos, y tan lejos, y qué restaurante, y luego se quedó maravillado. Después hemos ido más veces, muchas de ellas a celebrar cosas, cumpleaños de mi madre, de mi padre, aniversarios de cosas, ya sabes. La Taverna Gaudir se ha convertido en nuestro segundo espacio de confianza después de la desaparición de las Tanis. El Gaudir es casa. No hay más. No vamos a comer menús, cosa que alguna vez ha pasado, pero es casa. Los jueves puedes ver a toda la tropa allí. Ya lo he dicho, es casa. El Perdut es que está allí en Torribera y se hace lejos. He ido una o dos veces y no comí mal. Y al Don Martín he ido alguna vez también, también creo que por algún motivo celebracional. Ahora está el Santi de camarero. Decir que se coma mal en cualquiera de estos sitios es mentir miserablemente aunque cada uno de ellos tenga su habilidad o su momento. El programa de Joc de Cartes se ha ido convirtiendo poco a poco en una especie de juego de tiburones donde cuenta más la cizaña y las pullas e incluso el clima que crea el propio programa con comentarios varios y con cortes seleccionados que lo que es realmente una competición o una comparativa entre lo que ofrecen restaurantes diversos. Hemos visto en Joc de Cartes auténticos locales de mierda, gente con un morro mayúsculo que tiene negocios que dan grimita, flipados que se creen la leche, pardillos a los que les han tomado el pelo, negocios fracasados en busca de nosequé, peña de toda condición. Y afortunadamente, nada de eso pasó en Santa Coloma. Quienes esperaban (esperábamos) ese tipo de movida a veces descarnada en la valoración de unos y otros, nos quedamos un poco así. Sí que hubo cosas. Hubo un ambiente. Un ambiente de confrontación con lo que supone el modelo de negocio del Don Martín. El programa se grabó hace un año, por lo que en ese tiempo Don Martín ha aumentado su negocio con la adquisición de otro local de la plaça de la Vila. Todo en la televisión es mentira, todo está preparado para crear un ambiente y para que te vayas haciendo una idea que en el momento preciso la propia producción saltará por los aires para un happy ending o para un apocalipsis o para lo que convenga. Así, lo que parecía una rebelión de los humildes contra el poderoso, se acabó convirtiendo en una película de Frank Capra donde todos tenemos buenos sentimientos y quien parecía una cosa, resulta que era otra y todos nos damos la mano porque bueno, es que no sabía. Y el Pol, que en un momento nos pareció el héroe de la revolución, se transmuta al final en un buen tío que es capaz de rectificar. Nunca sabremos (los que somos de letras al menos), si su cambio de puntuación final propició que no ganara La Cuina de la Loli, que era lo que parecía que deseáramos todos tal y como transcurría el programa... o no. Es decir, también el programa se encargó de presentar a la Loli como buena cocinera pero como un poco jugadora, y claro, solo queremos a personas de corazón puro, sencillo, que vaya sin dobleces y en algunos tramos, sobre todo en un sorprendente tramo final, la Loli apareció como 'la jugadora' y Albert del Don Martín, que en un principio fue presentado como prepotente con su rollo de la terraza más grande finalmente aparece como un corazón de oro capaz de reconocer los méritos de los demás. Malditos medios de comunicación que nos llevan donde quieren y que nos hacen comulgar con desenlaces que no eran los que habíamos previsto. O deseado. Así, al final, después de recibir múltiples halagos y de vivir con tensión que esa música celestial que acompañaba la degustación de platos en la Loli no terminase con algún golpe de efecto raro y algo saliese mal. No sucedió. Todo bien. El camarero serio y profesional, el arroz estupendo, ella que es majísima. La Taverna Gaudir dando lo que tiene y lo que puede. Y el Perdut pues haciendo del caos también un atractivo. La selección de planos no es inocente, la discusión filmada, todo pesa para hacernos una imagen en nuestra cabecita. Al final gana la buena persona, el príncipe que se descubre al final que no era malvado, que era bueno y todos esperamos que se pase la fiebre para ir a reservar a la Cuina de la Loli y darle un abrazo. A la Gaudir ya fui ayer y no nos dimos un abrazo, comentamos, un par de bromas, las racholas, ya sabes. En Santa Coloma nos conocemos todos.
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