lunes, 17 de febrero de 2025

La infiltrada - Arantxa Echevarría


Antes era una cosa, luego fue otra. Yo quería ver esta peli ya de antes, de antes de los Goya, la presencia de Carolina Yuste o Luis Tosar, por ejemplo, y de la propia directora Arantxa Echevarría que había hecho Chinas hace poco, despertaron mi atención. Y que el tema tiene miga. La presencia de infiltrados en los movimientos sociales en los últimos tiempos ha desatado una fuerte polémica. Con el documental de La Directa calentito, el estreno de esta peli se esperaba con mucha atención. Eso era antes. Pero llegaron los Goya y con los Goya llegó el premio compartido como mejor película del año y el discurso de la productora que encendió todas las alarmas. La productora se plantó allí y, en un momento en el que primaban los discursos de izquierdas ante el marasmo reaccionario que se nos está viniendo encima, sacó la cara por asociaciones de víctimas del terrorismo vinculadas precisamente con lo más reaccionario, hizo un alegato a favor del cine comercial de Santiago Segura que luego le permitía invertir en este tipo de propuestas... en definitiva, desentonó dentro del clima general al que nos tienen acostumbradas estas galas. Estas, no otras. Así que ya estábamos todos con las orejas levantadas, a ver la película esta de qué va. Y la película deja muchos debates abiertos. Si con El 47 ya dijimos que los títulos finales, esos en los que se nos dice lo que pasó con, daban sentido a una historia emocionante pero con una intencionalidad muy concreta. Pues bien, los títulos finales del qué pasó con, también dicen de qué va la película y qué puede haber detrás. Si es que se interpreta como yo la interpreto, claro. Así, cuando se nos dice qué pasa (ojo spoiler) con los etarras detenidos y se nos dice que uno se dedica a la ilustración infantil y el zumbado del otro saldrá a la calle en 2029, se nos está diciendo algo. Ese algo que esas asociaciones de víctimas y esos partidos reaccionarios nos quieren decir: ETA no ha pagado. Eso pasa al final de la película, pero no es la película. Películas sobre infiltrados, sobre el tema vasco en general, ya se han hecho antes. Supongo que tienen un interés comercial como hemos visto que tienen las películas con temática irlandesa por ejemplo, donde estos temas de infiltrados, topos, chivatos, terroristas zumbers y policías abnegados, las digerimos de otra manera. Pasa que en algunas de estas películas también vemos que los militantes irlandeses, en según que ocasiones y con según qué directores, también se tratan con simpatía. Esto aquí, no pasa. Aquí los terroristas son tratados o como unos idiotas sin luces o como unos descerebrados sin luces. No dudo que esto sea así. Pensar que, porque la película es un ejercicio de enaltecimiento de unas prácticas poco aceptables y donde se enaltece la figura de policías reales que tienen bastantes sombras en su haber, inmediatamente los etarras han sido injustamente retratados, no me parece correcto. Que haya críticas más que certeras sobre las prácticas de la policía blanqueadas por la película no debería llevarnos a otra cosa. Así, la directora aprovecha una formidable interpretación de Carolina Yuste, que sostiene toda la película y con la que, pese a según que tufillo, mantienes la conexión toda la película porque es Carolina Yuste y Carolina Yuste hizo esa película que es Carmen y Lola que no he visto pero que debería haber visto, para colar un mensaje. Un mensaje que no sabemos si es compartido o si es simplemente un encargo, pero el mensaje está. En tiempos en los que el revisionismo histórico está de moda y la derecha se ha empeñado en realzar las hazañas bélicas, la misma productora lanzó la puya: la memoria no solo se remonta a temas antiguos, como esa cosa del franquismo, añado, sino que también va por lo de la ETA, que esa cosa parece que os jode más, añado. Y eso es lo que tiene la película. Si esta película fuera francesa, italiana, inglesa, norteamericana y los otros fueran otros, pues posiblemente nos la hubiéramos tragado sin más, como nos tragamos todas y cada una de las cosas que nos echan enarcando una ceja y diciendo 'los malos qué absurdamente malos y tontos son', pero la vemos y fuera. Esas películas sobre el IRA, no insistiré más. El caso es que aquí conocemos el paño y sabemos que no puedes hacer una peli sobre polis reales sin que la cosa salga mal. Y aquí sale mal, aunque la película tenga una factura potable. Y sale mal aunque el personaje del etarra Sergio Polo sea tan grotesco que puedas llegar a creer que de verdad lo que quedaba en ETA en esos años era más o menos el último rescoldo de la sartén, lo pegado de abajo. Sale mal porque la insistencia del final, la ausencia de ningún referente positivo o medio decente en el otro lado, y el remache de la explicación por parte de la productora, nos dicen que es una película que no está hecha por otro motivo que para recordarnos que no han quedado satisfechos con el final de ETA y que no van a estar satisfechos nunca. Y qué hacían ahí Luís Tosar, Nausicaa Bonnin, Carolina Yuste. Comer, supongo. 

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