martes, 20 de marzo de 2012

Kinhome Jones

'Caramelo de limón, el sol de mi país. Palomita de anís'. Kinhome Jones tarareaba una antigua canción mientras miraba por la cristalera del bar lo que sucedía en la calle. Miraba y no miraba, porque miraba sin ver. O veía sin mirar. O como se diga la figura esa de tener los ojos puestos en algo pero no estar viéndolo. Kinhome Jones tomaba de vez un cuando un traguito de la copita de anís y al quedársele algunas gotitas colgando del bigote, las apuraba pasándose el labio inferior por el mismo. Así. De esta manera. Un sorbito y el labio inferior, de los dos labios que tiene Kinhome Jones, que pasa por el bigote y sipa. Kinhome Jones ha llegado al bar sólo veinte minutos después de que este abriese las puertas. Debían ser las siete de la mañana. Siete y poco. Al bar van llegando los clientes que van a tomarse su café con leche, su carajillo, su trifásico, su bocata, su donut, lo que fuere, antes de irse a trabajar o a estudiar. También están los que salen a pasear el perrito y dejándolo atado a una farola, entran a apretarse un cortadito bendecido por un rayito nada más de soberano. Lo normal. La tele está puesta y el canal 24 horas va dando las noticias repetitivamente. El mismo atentado, la misma declaración institucional, el mismo partido triunfante, el tenista que gana siempre, todo está bien. Una y otra vez. Todo está mal. Repetido mil veces. Por fin entra un grupo de trabajadores con sus bocadillos en una bolsita de supermercado y piden todos cafés con leche y cervezas. Uno de ellos pide una mediana. 'Qué qué quiero... mira morena, si te pido lo que quiero me tienes que cerrar el bar para mi solo'. Y al decir esto repasa a la camarera de arriba abajo cuando ella se gira para buscar las cervezas. Es el más corpulento de ellos y parece llevar escrito en la frente la palabra 'encargado'. Algunos de los trabajadores son inmigrantes, son seis o siete. El encargado es el mayor de todos. Algunos son chavales muy jóvenes. El encargado habla muy fuerte. Ve las noticias y cuando aparece la noticia del atentado dice muy alto. 'Que les den por el culo, a ver si se matan entre ellos y nos dejan en paz'. Se ríe y algunos de los presentes también. Kinhome Jones estalla en una carcajada sonora. Estalla en un ataque de risa incontenible.
Kinhome Jones, pide otra copa de anís llorando a lágrima viva de risa. Venga a reirse. Kinhome Jones desentona un poco por su aspecto y más parece uno de esos chuloputas que han estado toda la noche de farra y están haciendo la primera del empalme que un habitante más del barrio. Trajeado, peinado y repeinado, tan sólo la barba algo descuidada desentona en el conjunto. Y su risa. Una risa cazallosa, estruendosa, desagradable. La risa, que al principio parece contagiosa, va resultando incómoda para los demás. El ataque de risa va a más. El silencio reina en el bar. El dueño del bar, el camarero y la camarera siguen trabajando como si no pasara nada. El encargado abre su bocadillo de lomo con pimientos y con la boca llena de pan, carne y dientes, le dice al dueño del bar en voz alta, como un palomo, 'oye Josepet, no sabía que habías puesto en el bar una narcosala... cuando salga de aquí me voy a hacer un análisis a ver si he pillado algo...', y mirando de nuevo a la camarera, dice 'aunque si tuviera que pillar otra cosa, mecaguenlaputa qué cosas nos traen en barco...'.
Kinhome Jones no da tiempo a que el encargado termine de hablar, se abalanza a por él tras beberse de un trago la copa de anís y abrazándole le estampa un beso en la boca con la suya bien abierta. Saca la lengua y la mete en la boca del encargado. Kinhome Jones tiene la boca llena de anís y lo introduce dentro de la boca del encargado. Este no puede zafarse de Kinhome Jones, que durante dos o tres minutos continúa dándole un filetazo al encargado que ya lo quisieran muchas. O muchos. Y le repasa con la lengua los morros, y lo lame y lo relame, y la concurrencia tiene los ojos muy abiertos porque no se cree lo que ve. Y cuando ya Kinhome Jones se ha cansado de la escena, suelta al encargado y se pide otro copazo de anís. Se gira y le dice al encargado 'así, dulcecito, sabes mejor, ricura'. Se bebe la copa de anís, se pasa el labio inferior por el bigote y le dice al encargado, 'gracioso, mañana si quieres vienes a por más'.

4 comentarios:

  1. Madre mía, un carajillo a las siete de la mañana. Y anís! Además las copas a pares. Ah bueno pero el anís ya era más a mediodía, no?
    Ah pues mire, no imaginaba yo que Kinhome fuera a sacar esas tendencias. Ya son ganas. Yo a la ricura esa la hubiera dejado amarga. Total hay cosas que no tienen arreglo.

    Yo creo que este chico va a acabar mal.

    Feliz día, monsieur

    Bisous

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    1. cuando se está cumpliendo una misión, no hay tendencias que valgan. a mi me extraña más una cerveza a las diez de la mañana, por ejemplo, que las copas de anís tan temprano, fíjese.
      bisous, madame!

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  2. jajaja Boníssim! M'agrada en Kinghome Jones, també conegut com el justiciero, que le da a cada uno lo que se merece...

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  3. Lo del beso es muy fuerte, creo que esae no vuelve or otro jajaja. Me imagino la escena y yo acabaria como el perrito en la farola. Si empieza así a las 7 a.m, cómo acabraá a las 7 p.m.
    Un abrazo

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