lunes, 29 de septiembre de 2014

Ojo cítrico

De los estudios de uno de los considerados discípulos díscolos del Profesor Almayr, quisiéramos destacar aquel que tiene como nombre 'Ojo nº 23'. Perdón, con las prisas, el discípulo del que hablamos es Rodión Serafimovich Merelembaum. Nos ponemos a escribir y no estamos por lo que estamos. Disculpen.
'Si el Profesor Almayr había abierto la puerta a la maravillosa teoría de la Mirada Ovoide, bueno era que sus amantísimos seguidores buscáramos pruebas allende los mares, los campos, las montañas, los valles, las islas, donde fuera, para reafirmar lo que nuestro querido maestro nos había enseñado. Mis pasos, realmente, no me llevaron demasiado lejos. Perezoso como soy, quise creer que en cualquier parte, no hacía falta que fuera muy lejos, podría darse lo que pensábamos que era especial y exótico. Bien. Decidí simplemente pasear por las calles de mi Odessa natal y recoger testimonios. Como habrán comprobado, esta introducción es la misma que está escrita en los 22 ejemplos anteriores, pero me permito recordarla en cada ejemplo, por si ustedes quisieran recordarlas por separado. Muchas gracias por su paciencia.
Pensé que, en el consultorio médico en el que trabajaba mi querido padre, y al que tengo por costumbre acudir en caso de necesitar algún que otro consejo de cualquier índole, podría darse que alguno de sus pacientes tuviera o presentara algún síntoma que pudiera estar relacionado de alguna manera con lo expuesto, y hacia allí me encaminé. Como todos los días, la señora Davidova me recibió y me informó de que mi padre ya se encontraba pasando consulta, por lo que debería esperar unos instantes si quería que éste me recibiera. Muy dispuestamente, me dirigí a la salita de espera, pero justo antes de cruzar el umbral que marcaba la separación entre la recepción de la señora Davidova y esta sala, giré mi cabeza, sin ningún motivo especial, para mirar de nuevo a la señora Davidova y nada más, y noté que la ayudante de mi padre, que durante más de treinta años había desempeñado un fabuloso papel tanto en tareas administrativas como en proporcionar soluciones de tipo médico incluso... digo, que vi que se estaba rascando un ojo. El ojo derecho.
Me senté en la salita y una idea empezó a rondarme. El ojo de la señora Davidova estaba irritado. Una irritación que podría causar un daño en su globo ocular si seguía frotándose con fruición esa zona. Pensé que era un buen momento para emprender algún tipo de experimento. Sin nada más que una pequeña intuición, me levanté y me dirigí hacia la señora Davidova. Me situé frente a ella y después de unos segundos de inspección de la zona, saqué mi lengua y le lamí el ojo.
Sabía a limón. La señora Davidova, naturalmente se sobresaltó e hizo ademán de lanzarme un golpe que conseguí esquivar. 'Señora Davidova, no se alarme. Estoy llevando a cabo un experimento que va en la línea de las investigaciones del Profesor Almayr, inspirador y descubridor de la teoría de la Mirada Ovoide, así que por favor, permítame una segunda...', sin más le dí otro lametón al ojo. Seguía desprendiendo un fuerte sabor a limón. 'Sabe a limón', le dije. 'Naturalmente, joven Merelembaum, utilizo un jabón que...'. Me explicó cuáles eran sus rituales de higiene personal y me convencí de que quizás el limón le provocaba aquella irritación. Se lo expuse y ella misma me dijo que no, que no tenía nada que ver con el limón, si no más bien con una carencia de horas de sueño provocada por un asunto que, si bien podría parecer extraño tiene relación con que, de noche, sus ojos dan luz. Pero esto ya es materia de otro caso.'.

2 comentarios:

  1. Ay, hace unos meses se puso de moda entre los adolescentes japoneses lamerse los ojos unos a otros. Se pegaron una cantidad de microbios...

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