miércoles, 12 de julio de 2017

Tocar el violín

De la prolífica escritora del Pallars, Evangelina Russoca, recuperamos un texto que nos había llamado la atención hace tiempo y que no hemos tenido el gusto de compartir hasta ahora. El texto se llama 'Humeya', pero se ha difundido popularmente como 'Tocar el violín', y aparece en la colección de cuentos 'Pensamiento y apostura' que publica la editorial 'Orión'.
'Rafel me quería. Rafel era mi amor. Rafel era la persona con la que yo iba a pasar el resto de mi vida y eso lo sabía yo desde que a los trece años nos conocimos en un baile y Rafel me miró con aquellos ojos negros que tenía y aquella cara morena que tenía y me pidió por favor si podría bailar con él un baile y yo le dije que bueno, que se lo tenía que pedir a mis padres y ellos me dijeron que sí y mi madre, que le gustaba leer, miró a Rafel y me dijo, 'aunque parece un omeya...' y yo se lo conté a Rafel y le dije que parecía un 'Humeya' que es como yo lo entendí. Y bailamos y bailamos y bailamos y luego nos seguimos encontrando y cuando al cabo de los años pudimos hacernos novios nos hicimos novios y cuando Rafel se tuvo que ir a trabajar a Mataró yo me fui con él y antes nos tuvimos que casar y la boda fue muy bonita y muy sencilla y mis padres nos dieron algo de dinero para poder empezar a vivir y los padres de él no pudieron darnos nada, porque el padre de Rafel se murió en la guerra y la madre se volvió loca y el Rafel se había criado con una tía que se llamaba Lolita y que tenía fama de ser una rácana de mucho cuidado. Nos fuimos a Mataró y tuvimos que buscar piso en el barrio de la Llàntia y allí teníamos una casita baja y él trabajaba en una empresa del Ayuntamiento, en lo de la limpieza, y yo hacía faenas en casa y al cabo de unos años tuvimos un hijo, el Rafelet y luego a la niña a la Marina y nos fuimos de Mataró porque a Rafel le prometieron un puesto igual que el que tenía en el Ayuntamiento de Barcelona y nos fuimos a vivir a un piso en la Travessera de les Corts y llevamos a los niños a un colegio de por allí. Y yo dejé de trabajar en casa para pasar a un taller de costura en un piso con una señora en el mismo barrio de les Corts y el Rafel dejó la calle para pasar a un puesto de despacho. Y Rafelet y la Marineta se fueron haciendo grandes y fueron pasando del colegio al Instituto y el Rafelet se puso a estudiar Derecho y la Marineta de profesora. Y ahora me pregunto yo porqué yo no me puse a estudiar y seguro que fue porque con el enamoramiento se me fue la cabeza y el 'Humeya' a mí me volvió loca y como que él no tenía... y que bueno, que esas cosas entonces no se llevaban y mis hijos conocieron a sus parejas, que son unas personas estupendas y muy humanas y vamos a comer con ellos todas las semanas, una semana uno y otra semana la otra. Y tenemos dos nietos del Rafelet, que se casó con una chica majísima de aquí de Barcelona, que se llama Lluisa y te digo que tengo dos nietos uno que se llama Rafel y ella se llama Ona y de mi Marineta no tengo nietos porque su marido, el Albert, que es de un pueblo de cerca de donde somos nosotros, se ve que no puede tener hijos y bueno, lo han intentado todo, pero mi Marina dice que ya se han cansado y que no van a tener y a mí me parece bien porque cada uno hace lo que quiere. Y yo a mi Rafel le quería mucho. Mi Rafel era mi amor. Y cuando se murió le hicieron un homenaje en el Ayuntamiento que vino el alcalde y todo. Y hasta vinieron compañeros de cuando trabajaba en Mataró. Y he sido muy feliz con mi Rafel. Y yo ahora no te sabría decir cómo se va a Santa Coloma'.

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