miércoles, 28 de marzo de 2018

Como una casa de pagés.

Hya. Perdón. Hay momentos en los que uno ha de decir que, quizás, con un poco de tal, pero de manera contundente, que una mierda como una casa de pagés. Hay momentos, que no han de ser muchos. Porque si son muchos los momentos en los que uno está completamente obcecado y se le marca la venilla, te acaban tomando el número. Puedes hacer gracia un tiempo, dejas de hacer gracia cuando se estipula que dejas de hacer gracia. Qué gracioso eras en el combate, qué pesado eres siempre combatiendo. Hay momentos, por eso, en los que la necesidad te obliga a decir que, quizás, otrosí, a lo mejor, ya está bien. Son esos momentos, pequeños, delicados, detalles en el discurrir del tiempo, que nos empujan a decir que, hombre, que no. Siempre se dice, siempre se hace, siempre es así. Siempre es todo igual.
Hace sol hoy, mucho sol. Un sol radiante, esplendoroso. Esta tarde lloverá. Porque siempre es así. Siempre son todas las cosas como son. Un día y otro día. Manchas de agua en el suelo. O de pipi. O de líquidos inflamables. Calles en obras, calles arregladas. Te acaban tomando el pelo. Te lo acabas creyendo. Todos los días serán iguales.
El otro día vimos a un señor en los locales, le conocíamos de vista. Nos saludó o no nos saludó. Ayer se encontró mal. Hoy se ha muerto.
Todos los días no son iguales. Todos los días son lo mismo. Pensar qué harás mañana. Pensar qué canción vas a escuchar. Qué canción te gustaría escuchar. Qué camino recorres. Escoger el camino, el cruce de caminos, el diablo tocando la guitarra. Siempre es lo mismo. Todos los santos días. Vivo cerca del cruce de dos calles. Nunca he visto al demonio, al diablo tocando la guitarra. Hay hoy unos extremeños de Badajoz hablando de que tal bar está cerrado y no podrán ir a comer. Van a buscar espárragos. Pasa un Seat rojo. Cruza la calle.
Siempre pasa todo igual. Pero hay momentos en los que, de alguna manera, podemos decir que una mierda como una casa de pagés. Una mierda como un niño de tres años. Esta era de Faemino y Cansado y me hacía mucha gracia. Me hace mucha gracia querer ser todos y querer ser uno. Querer ser nosotros y querer no ser nosotros. Me hace mucha ilusión que por fin hayáis decidido que no tenemos nada que hacer juntos. Que hayáis decidido que ya no tenemos nada en común. Que ya no tengamos que aguantar, ni nos tengáis que aguantar. Que tiréis por libre. Que seáis tan de verdad, tan la verdadera esperanza. Y yo digo que una mierda. Una mierda bien gorda. Que llueva mierda y que no pare de llover mierda. Una mierda como un niño de tres años.
Todos los días no son lo mismo. Hay días que no son iguales que otros días. Días en los que uno va con la palma y otros que va con el ramo. Días de trabajar en el despacho y días de trabajar en la calle. Días en los que lo entiendes y días en los que no lo entiendes. Días en los que creíste que eras y días en los que sabes perfectamente que no eres. Días en los que te curten el lomo y días en los que sabes que te van a curtir el lomo. Días en los que aprendes que nada es tuyo. Y días en los que hace sol y por la tarde llueve. Días para cortar carreteras y días en los que las carreteras te cortan a ti. Días en los que sabes que todo es un gran bidet lleno de piedras. Días en los que el entorno se ve tan mal que no hace falta limpiarte más las gafas. No te limpies más las gafas.
Tenía una idea de relato. Un diálogo por la calle, la calle Sant Carles, siempre. Y en medio del diálogo aparecen Carlos Bardem y Penélope Cruz que están representando la película nueva que estrenan. La realidad de las películas pasando en directo. El Acorazado Potemkin, ocurre realmente en alguna parte. Creételo. Créetelo. Crecepelo.
Y hay días en los que los tigres huelen a leones y días en los que te arrepientes de los párrafos previos y días en los que te encuentras con un bidet en la calle. Y piensas si no es teatro de calle. O alguna cosa que no entiendes. No tienes que entender nada. Nunca entendiste nada. No eras tú el que tenía que entenderlo. Crecepelo.

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