viernes, 23 de marzo de 2018

Sonrisa congelada


Bueno, pues el típico texto que no tiene un propósito concreto. Podría ser un yo ya lo dije, o podría ser un me aburro. Me aburro y me da miedo. Da miedo en lo que se está convirtiendo todo esto. Todo esto es todo esto. Me da la impresión de que hace unos meses que hemos traspasado la línea de lo normal, asumiendo lo anormal, presumiendo de lo anormal, asumiendo lo anormal, sin hacer nada por remediar lo anormal. Lo anormal es hablar de cosas que pasan como exilio, encarcelamiento, enjuiciamiento, desgobierno, desprecio de la política. Desgobierno, cualquiera que me lea. No hay gobierno, pero hay una forma de gobernar. Una forma de gobernar que se basa en asumir que da igual si hay gobierno, si no hay gobierno, el no saber, el imaginar que los demás son gilipollas, que España era un país de cabras y Paco Martínez Soria, en el que un listo desde Georgetown podía pontificar sobre lo garrulo que era el estado español y lo inevitable de las cosas. Y los demás éramos unos traidores. Y somos todavía unos traidores a los que se nos puede mandar a pastar por mostrar solidaridad con quien hace con su miedo lo que quiere, fugarse, exiliarse, pirarse, no comerse un talego por algo que ellos pensaban que era ‘la voluntad de un pueblo’. Y no era la voluntad de un pueblo. Era la voluntad de un grupo de gente, pero que no tenía concreción. No digo nada que no digan otros que piensan o mejor dicho, que me hacen pensar o estar de acuerdo con ellos. Los demás éramos traidores, en el resto de España todo era franquismo, cobardía, garrulez. El pueblo elegido iba derechito a la victoria.
Y si hoy meten en el talego a nosecuantos consellers, si hoy vuelven a haber gente en chirona, qué pasa. Si no tenemos nunca más Generalitat, qué pasa. Construir República. Qué República. Con quién. Con qué gente. Qué república. Qué mierda de país nos está quedando. Gente alegrándose de que peña se largue del país. Gente alegrándose de que peña vaya al talego. Peña llamando cobarde a quien se fuga. Peña enviando a pastar a quien muestra solidaridad. Supongo que habrá un montón de pelis en las que al final ganan los buenos. La rebelión triunfa y el tamboriler del Bruc ahuyenta al enemigo. Pero no está pasando.
Nos está quedando un país de mierda. Y en el resto del estado, las soluciones que se apuntan, las alternativas, parece que van dirigidas a hacer notar que no hay alternativa. Escucho a un jurista o técnico diciendo que están perplejos porque les están cambiando las reglas del juego. No por mucho repetirme lo voy a dejar de decir: estamos viviendo una contrarrevolución. Hay momentos de esperanza, las movilizaciones del 8 de marzo, lo que intentan hacer los pensionistas, de vez en cuando pasa algo. Pero todo eso tiene que capitalizarlo alguien. Y me da pavor pensar que lo puede capitalizar quien sistemáticamente lo traiciona. O lo pervierte. O lo ignora.
Mira que lo estábamos diciendo. Pero da igual. No aprendemos nada. Igual que cuando pasó la crisis inmobiliaria, que parecía que estábamos esperando que la cosa volviera a rular para volverla a cagar. Pues igual. Estamos esperando cagarla sistemáticamente. Cometiendo errores, cagándonos unos en los otros, peleando a escondidas, peleando a cara descubierta, dejándonos llevar por la lírica, por la épica, cuando no hay nada, detrás no hay nada. No hay nada más que números raros, movidas extrañas, gente muy pirada con ganas de juerga, carne de cañón, pérdidas razonables, víctimas colaterales. Lo habíamos dicho. Si vamos detrás de gente de derechas, acabaremos cagados todos. Estamos cagados todos. El procés era bla bla bla. Las fotos de rubios y rubias en una arcadia feliz luchando por la libertad no eran reales. Lo iba a pagar gente. Traidores, cómplices de los borbones. Estupendo.
No avanzamos. No vamos hacia delante. No progresamos. No vamos a vivir mejor. Ni siquiera igual. Estamos creando un monstruo. Viviendo en lo anormal. Y la vida pasa, los contratos se siguen haciendo, las ambulancias siguen circulando. Los trabajos se siguen malpagando, los señores siguen tomando café y decidiendo cómo va todo. Y tú, mientras, con la banderita en la espalda, esperando a que te llamen para que te partan la cara. No me molesta que digas esto o lo otro. Me molestas tú. Depresión.

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