sábado, 12 de octubre de 2019

Heino

Y lo dejo ya porque tampoco es plan de andar paseando rencor por ahí. Esto sucedió hace poco. El día del cumpleaños de Beckenbauer nos reunimos unos cuantos amigos para tomar algo con él antes de que Franz celebrara su día con la familia. Éramos bastantes ex jugadores que nos juntábamos en una cervecería de Munich y de pronto apareció Heino. Creo que se había autoinvitado porque en el grupo de Watsapp no estaba y creo que nadie tuvo la idea de invitarlo. Llegó, nos saludó a todos. Conmigo no hizo ningún tipo de aspaviento, me dio la mano y un abrazo, como a todos. Olía como a hospital. Era todo muy raro, nos mirábamos pensando quién le había llamado.
Cogió una guitarra que apareció de no se sabe dónde y empezó a cantar. Claro, todos cantaban con él menos yo. Entre una canción y otra, empezó a contar una anécdota de unas vacaciones en Portugal en las que se encontró con Franz y su esposa y cómo él notó que la mujer del Káiser le tiraba la caña.
- Ay Franz, que por poco te meto un 'golo'.
Ja, ja, ja, ja... las risas eran de aquellas risas de cuando te ríes que no te quieres reír. Franz Beckenbauer le miraba con cara de asombro. Siguió cantando y finalmente hizo el número final. Sacó dos pastores alemanes y cantó así en plan íntimo acordándose de un viejo amor al calor de un fuego.
Toda la canción la pasó mirándome a mí.
Cuando a él le pareció, terminó el cante. Yo le pregunté a Jupp qué coño era eso. Me dijo que no sabía. Sepp me dijo que él tampoco sabía nada. Nadie sabía nada. Finalmente unos cuantos me dijeron de ir a preguntarle quién le había invitado a cantar. Él estaba sentado entre nosotros, alguien le había sacado una silla y estaba bebiendo algo que no era cerveza.
Me dirigí a él, de buen rollo, y le pregunté que cómo es que estaba allí, que qué sorpresa, que quién le había invitado a la fiesta. Me miró, sonriendo y me dijo:
- Tú sabrás...
Y bueno. Empecé yo y ya... un desastre.

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