miércoles, 23 de octubre de 2019

Una historia de violencia

Estamos ya a miércoles. ¿Dónde estamos? No lo sé. Pareciera que, como siempre en este momento político, todo consiste en ir esperando una fecha. Ahora esperamos a la manifestación del sábado y de la manifestación del sábado ya pasaremos en vuelo directo a la campaña electoral y de ahí a otra cosa y todo seguirá siendo más o menos igual.
Una sensación extraña. El otro día, viendo al abogado David Aranda, colomense, hablando del síndrome de Sherwood, me dio por pensar. Este síndrome de Sherwood habla de unas tácticas de la policía, de una especie de teoría esgrimida por un ex cargo de los Mossos. Por resumir con la brocha gorda, daría la impresión de que la actuación de la policía está perfectamente medida para que pase lo que tiene que pasar. Que si quisieran no habría ni un contenedor quemado. Que si no quisieran darte, no te daban. Que no pegan para reprimir, para que termine una concentración, te pegan para que te calientes, para que sigas, para que la armes. Que todo es un juego. Un juego con heridos, con ojos fuera. Una cucamona. Una historia de violencia.
Violencia. De repente, arden contenedores, se queman semáforos, se hacen cosas que se han hecho toda la vida y que en estas condiciones de la situación política parecerían normales, pero nos parecen extrañas. Nos parecen extrañas porque se nos había dicho que esto era otra cosa. Y tenemos que encontrar una justificación. Y entonces aparecen en las emisoras de radio jóvenes explicando porqué han decidido dar el paso hacia otra nueva forma de expresión política. Y si ya he dicho que lo de los polis le deja a uno de que juegan con nosotros, lo de sacar de repente a estos jóvenes explicando que es que esto es una lucha contra el sistema, que la vida está muy mal, que hay mucha rabia contenida.
Y uno oye los análisis de estas intervenciones por parte de los opinadores y la imagen de los policías pegando a la tropa según conviene y la verdad, no se queda uno especialmente feliz. Los opinadores.
Ayer mismo, oyendo la radio, entrevistaban al responsable de informativos de BTV, la cadena que hay que ver para seguir todo esto aunque yo no la he visto ni un día. El responsable dice que han decidido eliminar a los opinadores, porque piensan que la gente quiere ver las imágenes y que les digan que pasa. Sin más.
Mientras digo esto, en la misma emisora están poniendo las grabaciones de la gente recibiendo a los policías que han vuelto a sus destino. Más a por ellos. Eso ayuda mucho. Todo ayuda.
Mientras escribo esto, se ha lanzado otra acción simbólica: una resolución sobre la autodeterminación a discutir en el Parlament. Y reprobar otra vez la monarquía. Y seguimos atrapados en lo mismo. Y entonces a nosotros se nos genera el debate, claro, cómo vamos a estar por votar en contra de una resolución así. Y la otra, hasta cuando vamos a seguir el camino de quien no tiene otro camino que ir lanzando patadas al aire sin mover nada.
Y entonces el debate se traslada a este punto, o al otro punto.
Y no se habla de nada.
El otro día fuimos a un acto en el que tres juristas nos explicaban las posibles salidas que proponemos nosotros al tema. Cambiar el código penal y quitar lo de rebelión y sedición y apostar por el indulto como fórmula para sacar a los presos de la cárcel.
Entre la firmeza de los demócratas por el bla bla bla y seguir apostando por la nada y lo simbólico y buscando crear unas contradicciones que el Estado tiene más que asumidas y nosotros ya qué quieres que te diga, pues prefiero algo realista. Que no factible.
Porque a nadie le interesa esto. Dos millones de personas ya pasan de todo en Catalunya, de cualquier cosa que no sea la independencia como salida. Y una parte similar prefieren cualquier cosa a eso.
Esto lo hemos explicado tantas veces que parecemos policías pegando por pegar sin más motivo que el de pegar. Escribir por escribir sin más pretensión que escribir. No tenemos mucho más que aportar. Pero ese poco ya es mucho.
¿Y lo silenciosos? ¿Y los que no dicen nada? ¿Qué les parece? Además de seguir los argumentarios de rigor, las frases hechas, el aquí no está pasando nada y todo eso. ¿No hay nada que decir?
La violencia. El otro día vi el documental de Hong Kong y era inevitable hacer analogías. Tantas analogías que ya hay manifestaciones de apoyo recíprocas. Era interesante ver el 'paso a la respuesta violenta' de los manifestantes, cuando la respuesta pacífica había sido inútil. Igual de inútil que lo otro.
¿Qué respuesta hace falta? ¿La violenta? ¿Acaso la respuesta violenta no está ya descontada por quien supuestamente es el receptor de esa violencia?
El viernes voy a ver a la Polla Records. Muchas de sus letras hablan de esa resistencia, bajo la mesa no hay revolución, es difícil no poner una canción que no te saque los colores. Y te los saca, claro. Hemos crecido muchos escuchando esas canciones, esas letras, todo eso. Y ahora qué. No puedo evitar una cierta sensación de no entender nada. De que están jugando con todos, con todas. Iré y no sabré con qué me encontraré.
No más presos, txikito barrigas, todo el no somos nada, todo el revolución, todo el de los animales. Y tú qué. Ahora poniendo en duda todo.
La violencia. Ostias como panes en Chile, muertes en Chile, escenas de mucho terror en Chile. Otra vez. Lo de Ecuador.
La policía, el presidente de nuestro gobierno en plan héroe de acción. Como si fuera uno de esos presidentes de los Estados Unidos de película.
Violentos. La primera violencia. Condene usted la violencia.
Y mientras tanto, nadie sabe nada sobre cómo hacer que los presos salgan a la calle y que el problema político se trate de alguna manera más allá de lo que ya sabemos.

Foto: Andreu Fernández García, fotógrafo colomense.

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