miércoles, 16 de junio de 2021

Fatalismo


La Princesa Manakova llevaba un tiempo enferma. Una crisis nerviosa la había dejado destrozada y pasaba los días tumbada en la cama, abroncando a los criados, llorando, sin apenas dormir, comiendo poquísimo, recordando lo que había pasado entre su hermana y el señor Garashenko. Yuliya, la hermana de la Princesa Ekaterina Manakova, dos años menor que ésta, se había enamorado del señor Garashenko, que trabajaba como contador para el Conde Valakov, y que había llegado a las tierras del Príncipe Manakov para hacer unas consultas. Durante su estancia, de algunos días, el señor Garashenko se había mostrado como un hombre de mundo, con contactos en la capital, tranquilo ante las adversidades y con ganas de impresionar a las princesas. Yuliya, la más joven, contaba entonces con 19 años y, al contrario que su hermana Ekaterina, era una muchacha a la que le gustaba leer, mantenía correspondencia con algunos poetas de la capital, había formado un grupo de mujeres que se reunían en uno de sus salones para comentar los asuntos de la actualidad. Ekaterina, por su parte, se dedicaba a las labores de administración junto a su padre y gustaba de pasear por el campo, entre los animales, hablar con los campesinos y no meterse en asuntos que consideraba 'vicios de la capital'. 

Así que cuando el señor Garashenko llegó a aquella casa, la princesa Yuliya creyó encontrar un interlocutor, una persona con la que compartir conocimiento. La princesa Ekaterina por su parte, vio en el señor Garashenko a alguien que podía compartir con ella los problemas de la administración de la tierra. El señor Garashenko solo quería impresionar y, si acaso, flirtear con alguna de ellas o con las dos, sin más compromiso que este. Viudo y ya entrado en la cuarentena, el señor Garashenko se había casado una vez y su esposa había fallecido durante el parto de su único hijo, que también murió. Desde entonces, no había querido comprometerse de nuevo y llevaba una vida de seductor que en realidad nunca llegaba a consumar sus aventuras. 

Con el pasar de los días Yuliya y el señor Garashenko encontraban momentos para entablar conversaciones y el señor Garashenko muchas veces se veía abrumado por los conocimientos de la princesa. De hecho, comenzó a sentirse incómodo por no estar a la altura de lo que la princesa parecía esperar de él. Así que de vez en cuando procuraba hacerse el esquivo. Y eso impresionaba más a Yuliya, que interpretaba que el señor Garashenko no se dedicaba únicamente a adularla, sino que se mostraba esquivo para no abrumarla. La princesa Yuliya, sin proponérselo, se estaba enamorando del señor Garashenko, a quien veía cada vez más interesante. El señor Garashenko en cambio, veía con temor la posibilidad de empezar a comprometerse. El señor Garashenko también se estaba enamorando. 

Y la princesa Ekaterina Manakova pues entró en barrena por esto pero podría haber sido por cualquier otra cosa. Porque hay gente que es así. Que antes o después entra en combustión y qué podemos decir ante eso. Una pena terrible, una crisis que no sabes solucionar, fatalismo ruso. 

Y unos años más tarde, cuando la princesa Yuliya y el señor Garashenko hacía años que ya no se veían y la princesa Yuliya era madre de seis hijos después de casarse con el barón Lazarovich y el señor Garashenko había muerto alcoholizado porque lo de la princesa Yuliya lo había dejado más tocado de lo que quería creer, años más tarde, digo, la princesa Ekaterina Manakova seguía en crisis, en la cama, llorando, gritando. Lo de la princesa Ekaterina Manakova es materia para un cuento que iba a escribir, pero al final me he liado. 

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