domingo, 6 de enero de 2019

Crónica de la Cabalgata de Reyes. La fe del converso.

El tópico dice que hoy 6 de enero, día de Reyes, cuando nos encontremos a alguien por la calle debemos decir aquello de que ‘menos mal que ya es el último día, ya se acaban las fiestas’. El tópico dice que la persona intelectualmente formada y al día de lo que sucede en el mundo, al tanto de las calamidades por venir, siempre atenta para dar la respuesta rápida y sensata ante cualquier cuestión como por ejemplo ‘pues yo creo que Vox va a…’, esa persona, digo, esa persona que puedo ser yo, no está para Navidades.
Pero les voy a contar una cosa. Antes de ayer, remontando la pequeña cuesta que desde el Portal de la Vila nos lleva a todos y a todas ante la majestuosidad de la plaza de la Vila, al ver aquella orgía de luces azules y blancas en el edificio consistorial y pensar que, quizás mañana mismo, esas luces ya no estarán, me dio pena. Porque sí, este año he empezado a decir que me gustan las navidades, me gustan estas fiestas, me gustan estos días. Sí, quizás la fórmula correcta sea esta, me gustan estos días.
Lejos de la preocupación por el consumismo, por el estrés de encontrar el regalo ideal, perfecto, las personas a las que sí y a las que no, si has regalado para navidad hay que regalar para Reyes y esas cosas, más allá de todo eso, estos días me parecen estupendos. Y no me atrevo a decirles porqué.
Uno de esos días que merece la pena señalar es el de la Cabalgata. La cabalgata de Reyes en Santa Coloma de Gramenet. Esa cabalgata que todos los años es peor que la anterior, según reza también el tópico, pero a la que todos los años acudimos a ver qué. Cabalgata de Reyes colomense, todo el mundo a la calle, a la puerta de su calle o a perseguir la cabalgata por todo el recorrido. Todo el mundo con los ojos en el suelo para ver ese caramelo, el caramelo, EL CARAMELO que no ha cogido nadie y que te está esperando a ti, a mí, a todos, como una promesa de libertad.
Este año he visto la cabalgata pasar una sola vez. Otros años, mi afán antropológico me llevaba a vigilar la cabalgata desde el parque Europa, desde los Jardins Moragues, esperarlos en la avenida Santa Coloma, parada técnica en el Termes o en el Arribes y volver a verlos entrar por la plaza. Pero este año no, salí tarde y cuando quise apostarme en la avenida Santa Coloma ya se habían marchado. Y las gentes, mis convecinos, volvían con las manos y los bolsillos llenos de caramelos. Algunos ya a tomarse algo como liberación y otros y otras persiguiendo el itinerario de la cabalgata para seguir prolongando la ilusión de esta noche mágica.
Así que solo los he visto pasar por la avinguda Generalitat. Poco a poco, la gente se iba arracimando en las aceras para ver el desfile. Decían que venían con retraso. Y de repente, la magia. A lo lejos, alguien anuncia el paso de la cabalgata con un globo cuya cuerda tiene lucecitas y el propio globo también luce. Todo luce. La ilusión recorre este enjuto cuerpo de adulto de 43 años pero mirad de niño. Otra vez esperar el paso de las carrozas, otra vez reclamar la atención de un paje para que tire caramelos, otra vez saludar a conocidos y conocidas que hacen de ayudantes, pajes, servicio de seguridad, otra vez ver cuál es la primera carroza… unas luces anuncian que llega.
Es una grúa municipal con un coche.
La magia de la Navidad. El embrujo de las fiestas.
Aplaudimos.
Y volvemos a perseguir con la mirada, con la misma ilusión, el resto de la cabalgata que avanza en la lejanía. Y comienza el paso de las carrozas. Y los caballitos blancos que a todo el mundo le han hecho gracia, a mí me hacen más gracia que a los demás, porque con la fe del converso, todo me parece mejor. Y cuando pasa la carroza de Yolanda Valero, no me quedo tranquilo hasta que la veo, esta vez pie a tierra, a rebufo de sus bailarinas, agitar sus alas esparciendo su gracia para tener todos y todas un feliz año como el que acostumbramos a pasar. Y desde otra carroza vemos pasar al Siscu y le digo ‘siscu tira nieve que no te la vas a quedar…’ y tira encima nuestro un saco entero de papelitos y ya voy a tener papelitos hasta yo que sé cuándo y mira cómo me ha puesto el Siscu de papelitos que le he dicho que me tirara papelitos y me ha tirado papelitos. Y eso es bueno. Y veo pasar a los carboneros y soy uno de los agraciados a los que le tiznan un poco la cara y puedo decir orgulloso, no, perdón, me pueden decir aquello de ‘vaya cara llevas’, porque soy uno de los que llevan la cara tiznada, porque el carbonero o carbonera se me ha acercado y me ha tiznado la cara. Y eso es bueno. Y pasan los distintos reyes. Y pasan los pajes y tiran caramelos. Y el señor de atrás lleva a cabo una labor de zapa que dedicada a otros menesteres nos haría un país mejor y digno, pero él lo dedica a rapiñar todos los caramelos todo todos. Y me meto la mano en los bolsillos y creo que los caramelos los he cogido todos pisados. Y no, que es que son caramelos blandos, supongo que por evitar desperfectos con los caramelos duros. Y pasa la carroza del centro gallego. Y pasa la mejor carroza o el mejor séquito, con un cerro de niños y niñas (o solo niñas) con el disfraz de reina y la vara en la mano diciendo ‘eh, eh, eh’, que ya me tienen a sus pies para lo que gusten.
Y cuando pasa el último vehículo y solo quedan los de protección civil y demás, uno debe decir eso de ‘y ya está? Qué corta, todos los años es más corta’. Y ya no avanzamos hasta verlos entrar por la plaza de la vila. Y me quedo sin saber quién presenta este año. Y nos perdemos el discurso y el deseo de una buena noche que seguro que la autoridad municipal nos desea. Y eso es bueno.

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