martes, 19 de febrero de 2019

Darklands

En un callejón oscuro, al fondo, ves la luz. Tienes ganas de llegar a la luz. Has dejado atrás una mirada que te persigue. Si llegas hasta la luz, estarás tranquilo. Has evitado la mirada, otra vez. Nunca te acuerdas de este callejón, un callejón que te salva de esa mirada. La mirada que te recuerda que la lucha continúa.

Son las once de la noche, hace un frío espantoso. Un frío cadavérico. Y las calles que van a dar al río son especialmente gélidas. Mucho frío y una terraza que todavía está abierta. Un bar abierto y la terraza abierta. Una pareja y otra persona. O sea, tres personas. Están fumando. Hace muchísimo frío y yo tengo ganas de llegar a casa. Esas personas fumando en una mesa, muriéndose de frío. Tomando una cocacola, un café con leche y una cerveza. Son las once de la noche y hace tanto frío.

Las calles por las que paso están en obras. Las bambas que me he comprado hace poco menos de tres meses, empiezan a despegarse por la parte de delante. Un amigo me dice que es por comprarme las bambas un número más grandes. El pie, al sobrarle por delante... el zapato, que lo lleve al zapatero. Las calles están en obras y las bambas se me manchan de tierra. Ahora el recorrido no es el mismo que hace cinco minutos. Las vallas cambian el sentido. Hay caminos de tierra. Hay cemento irregular. Tengo miedo de que se me manchen las bambas. Un miedo estúpido.

Detrás de mí, mientras la obra de teatro transcurre de la manera habitual, un espectador ríe muy sonoramente. Cualquier cosa le hace gracia. No solo gracia, le hace mucha gracia. Se ríe de manera ostentosa. Yo no me siento primero algo incómodo. Llevo una racha un tanto peculiar de gente que durante la visión de películas u obras de teatro, hace ruidos. Hoy el de atrás ríe y ríe muy fuerte. La obra me está gustando, claro, es una obra clásica de la comedia. Los actores se esfuerzan en imprimir un sello personal a personajes universales. Sea como sea, no puedo demostrar que me está gustando tanto como al de atrás, que ríe tan fuerte, tan salvajemente. Yo, en definitiva, no me lo estoy pasando tan bien como él. Él sí. En un momento, reconviene a una señora a la que le está sonando el teléfono y que coge el teléfono. Muy serio. Y luego vuelve a reír con todo. Ha venido a pasárselo bien.

En el callejón hay gente que está cantando. Nos han dicho que estaban cantando en la plaza. Nos los hemos encontrado luego en el callejón. Hemos ido por el otro callejón.

Las encuestas electorales nos dan un resultado francamente penoso. Tanto es así que no se puede ser más penoso que nosotros. Somos penosos. Todo el mundo es mejor que nosotros. Nunca sabré... he intentado recordar aquella canción, aquel bolero, la luna de miel. Nunca sabré... es penoso. Penosos. Pero nos tenemos que alegrar.

Le tengo mucha manía. Cuando le lanzan un pase y no llega, se queja como si... cuando centra al tuntún sin mirar y se queja porque... cuando intenta regatear y se la quitan siempre. Le tengo manía. Porque es tan correcto. Tan común. Un jugador que no presenta ninguna característica especial, ningún hecho distintivo, ningún defecto salvo el ser completamente correcto. No lo soporto.

Perdí 20 euros el otro día. Fui a comprar algo al condis. Una botella de vino y algo más para cenar. Al entrar en casa no me di cuenta. Al día siguiente me di cuenta de que me faltaban 20 euros. No entiendo dónde se me pudieron caer. Ha debido ser en la calle, al sacar las llaves. Siempre se me cae dinero, siempre. A veces me doy cuenta. Hoy, después de ducharme, me han llamado a la puerta. El vecino de abajo me trae 10 euros que dice que se me han caído al subir a casa. Le digo que el otro día se me cayeron 20 euros también. Me dice que los tiene el del segundo. Vivo porque respirar es...

Fui a la mani. Ya no siento nada. Las banderas parecen algo gastadas. No haré más críticas ni comentarios sobre nada. Fui a la mani. Escuché los discursos. Antes, nos paramos a echar una cervecita que solo pedí yo. Había bastante gente. No vi los autocares hasta que se iban. Hice una teoría sobre el drama. No me sale nada. Creo que hay un libro que se llama El día que me vaya no se lo diré a nadie.

Tengo las plantas sin regar. Tengo en la cabeza que llueve más de lo que llueve. Y se me están muriendo.

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