lunes, 4 de febrero de 2019

Venezuela

Ayer vi un documental sobre la muerte de Víctor Jara. Golpe de Estado en Chile, 11 de septiembre de 1973. Los militares, con los Estados Unidos desestabilizando el país desde el momento en el que Salvador Allende, socialista, gana las elecciones, dan un golpe. Van pillando a gente y entre ellos a Víctor Jara, cantante que se había significado políticamente a favor de Allende. Es una historia contada mil veces y que se repite mil veces más.
Estados Unidos, apoyándose en la derecha local, cuando comprueba que un gobierno no sigue sus intereses, tarde o temprano acaba cargándoselo. Hoy estamos en Venezuela. Hoy estamos en esto. Hoy el presidente del Gobierno español, el socialista Pedro Sánchez, ha decidido reconocer al señor Guaidó, que hace unos días se autoproclamó presidente de Venezuela después de unos últimos meses turbulentos. Todo en Venezuela, desde la distancia, es turbulento desde que Hugo Chávez ganara sus primeras elecciones. Desde entonces, intentos de golpe de estado, sanciones económicas, lo normal.
Hoy el presidente del Gobierno español se pasa por el forro las elecciones democráticas y da su apoyo a un autoproclamado presidente que no ha conseguido otra cosa que apoyos de los países de su entorno como Brasil (con el ultra Bolsonaro), Colombia, Argentina con el derechista Macri, y después de unos titubeos, finalmente el grueso de países de la Unión Europea menos Grecia e Italia que va por libre en todo y que no es ejemplo de nada.
En fin. Lee uno, escucha uno. Si lee y escucha, el grueso de las opiniones calificadas, el grueso, todos, prácticamente, incluso Carmena, están contra Maduro. El sucesor de Chávez, el ex conductor de autobús ‘que responde a todos los clichés del caudillo sudamericano’, dicen en la radio. Coinciden indepes de derecha y unionistas de derecha. Coinciden los socialdemócratas con los liberales. Sin embargo, en Venezuela, la situación no nos dice que la cosa esté tan clara. Porque si no, ya habría salido por piernas Maduro o le hubieran sacado las piernas como hicieran con Gaddafi.
Hace un tiempo leí un libro del gran Francisco Veiga sobre el orden mundial. De cómo los países llamados BRICS habían conseguido hacer una suerte de frente a la omnipotencia yanqui. Sobre todo a través de la economía, de las políticas energéticas, de los recursos, antes que con las armas. Venezuela era un país, como Brasil, que había dado un giro a su gobierno y había demostrado que, mal que bien, por la vía democrática se puede, como pudo Allende, llegar al poder. Pero la reacción no descansa. Unos años después, Estados Unidos vuelve a controlar prácticamente el cono sur americano y después de Venezuela, le tocará el turno a Bolivia. No se puede dejar ningún fleco. Uruguay igual se salva. O no.
El óxido no descansa.
Hace unos días, Alfonso Guerra, ex ministro socialista, ex vicepresidente socialista, ex teórico del socialismo español, separaba las dictaduras entre las eficientes y las que no. Dictaduras desastre y otras que en lo económico eran eficaces. El mismo argumento que sirve durante años para legitimar la dictadura chilena, que fue un modelo de ‘reordenamiento neoliberal’, dictadura que mató a su compañero Allende. Ex compañero. Ex socialista. Ni siquiera en los sueños del socialdemócrata más conservador y reacio a cualquier tipo de aventura revolucionario, saldría ese pensamiento. Una dictadura puede ser eficaz. Suponemos que considera al gobierno de Maduro un dictadura y todo eso.
Hoy el socialista o ex socialista, Pedro Sánchez, ha puesto otra marca más en el libro de las decisiones infamantes. Ni tan siquiera pensando en que no gobierna holgadamente, que cuenta con el apoyo desde fuera de quienes, como yo, pensamos que lo de Venezuela es un golpe de Estado de toda la vida. Le da igual. Porque quizás sabe que no seremos capaces de mandarlo al carajo por navajear a los compañeros venezolanos. Y porque estamos en fase de retroceso. Un presidente español apoya a alguien que se autoproclama presidente por que hay hambre en el país sin pasar por elecciones. Si no convocas elecciones, que ya nos ocuparemos de que no ganes tú nunca más como en Brasil, la liamos. Quizás deberíamos invadir Marruecos mañana.
Pedro Sánchez le ha llamado 'presidente encargado'. El encargado.
Muy triste. Porque las salidas son cada vez más estrechas. Ante la marea de una derecha que va aplastando a paso ligero lo que se encuentra, que ha cometido procesos infamantes en Brasil, Ecuador… la llamada izquierda, incluso cierta izquierda que consideramos de los nuestros como Carmena, que ganó porque la votamos nosotros, no tienen otra idea que plegarse a lo que ‘todo el mundo dice’, no buscar alternativas, hacer lo que la derecha ‘aconseja’. Y luego el día de las elecciones, volverán a ser la izquierda, a ser de izquierdas. Y tan anchos.
Y vamos cavando la fosa cada día un poco más. Sin escapatoria. Y nos dan la pala y nos cavamos nosotros el hoyo.

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