jueves, 7 de febrero de 2019

Vamos a hablar del blues

Te levantas por la mañana y notas algo. Es el esquema clásico. Una ausencia, un dolor, una opresión. Vamos a hablar de blues. Realmente, como dice la canción, aquí ya nadie hace blues. Porque nadie vive ya en las condiciones en las que vivía la gente que hacía blues. Condiciones de miseria, de abandono, de opresión, de semiesclavitud. Eso ya pasó. Ahora ya no nos pasa. El blues como una música de marginalidad. Personas que se ponen delante del supermercado a esperar a que tiren la comida que ya no van a vender. Personas que se ponen delante del cash converters a ver qué gente viene a llevar algo, la abordan, le ofrecen más de lo que le ofrece el cash converters. Hemos cogido el tren y nos hemos ido a Chicago, subiendo al norte, hemos bajado del tren y nos hemos ido a vivir a un suburbio, allá por las faldas de Montjuïc, al cabo de los años nos hemos ido a vivir a la Trini y ahora tocamos otro tipo de Blues. Llevamos los altavoces a los parques y escuchamos música mientras caminamos. No sé lo que es una guitarra eléctrica, pero en el vagón que nos lleva a Chicago veo las caras de la gente que va a trabajar y me recuerdan a mi pueblo, allá, con la plantación, lo felices que éramos, si no fuera por el hijoputa del amo. En mi pueblo se vivía bien, si no fuera por el amo. Éramos felices, estábamos hechos polvo. Ya nadie hace blues. Convertimos todas las propuestas culturales en tributos a las propuestas culturales. Un tributo al blues. Al flamenco. Al reggaetón. Al punk. Me gusta el punk pero hace muchos años que no escucho nada de punk, porque no lo entiendo, pero me gusta, pero ya no lo entiendo, quizás no lo entendí nunca. Me gusta decir que me gusta el punk. Me he levantado esta mañana y estabas ahí todavía. Menuda mierda de canción de blues. Dónde está el letrista. No miro el buzón porque posiblemente me vengan las facturas y no sé si voy a poder o si va a venir otra carta con algo peor. La música nos salva la vida. El blues es la expresión de un pueblo que sufre. La música clásica es la expresión de un pueblo que necesita llegar hasta dios de alguna manera. Johann Sebastian Bach no hacía blues, no podía hacer blues. Pero qué música tan bonita. Un anuncio de whiskey y aparece un negro con una guitarra eléctrica, el tipo lleva sombrero. Nunca me ha gustado decir ‘un tipo’. Demasiado novelesco. Toca la guitarra, ríe, porque sabe que yo, blanquito, soy también un tipo auténtico. Y compartimos cantidad de vivencias. Vamos a hablar del Blues. En realidad no hacemos blues, como dice la canción. Hacemos rock and roll y ni siquiera eso. No hacemos demasiado. Salimos de casa, vamos mirando escaparates, nos metemos en el mismo bar de siempre, nos tomamos uno o dos vinos, algún día lo cambiamos por cerveza, nos vamos a dormir, vemos un capítulo de una serie o una película. Somos felices. No hay ninguna canción de Blues que hable de eso. Si no hay algo que vaya mal, que haya ido mal, la aspiración de que haya salido bien, no sé qué blues se puede hacer con eso. Una vez hicimos una canción con eso, pero no la hemos tocado desde hace años. Tengo una banda y le ponemos la coletilla ‘blues’ a algunas canciones. La introducción, el nudo y el desenlace. No sabemos nada del blues más allá de cuatro tópicos, algunas lecturas, las historias de siempre. En el vagón que nos llevaba a Chicago había unos cuantos músicos blancos que nos lo copiaron todo. Absolutamente todo. Y se quedaron con el éxito. Ahora salgo en anuncios de ron y de whiskey haciendo como que toco la guitarra y tratando como a un amigo genial a un blanquito que entra al bareto donde toco y que acabará llevándose a la chica de la barra. En el tren que nos llevaba a Chicago, había unas revistas para leer durante el viaje que hablaba de la historia del jazz. El jazz es otra cosa. Nunca he conseguido entenderlo demasiado. Tengo una pena muy negra dentro. Vamos a hablar del blues. Tan negra como el petróleo negro. Tengo una pena muy grande dentro. Una pena lejana, una pena que no es mía, una pena que se disfraza de normalidad, de alegría, de ganas de vivir. Tengo una pena absoluta. Tengo una pena profunda. Tengo una pena vestida con mensajes de libros de autoayuda y de discursos de entrenadores de fútbol antes de una final. Tengo una pena que no puedo poner en ninguna canción. Tengo una pena. Decía Morente que tenía una pena que no quisiera que se le quitara. Con esa pena se pueden hacer muchas cosas. Hay gente que haría grandes cosas. La mayoría de la gente lo pasaría mal, muy mal, fatalmente mal. En el vídeo de la canción no salen los cantantes tocando. Ponen a actores más o menos famosos y les hacen interpretar sus papeles de músicos. La chica canta como él. Van a hablar de Blues pero acaban diciendo que ellos no hacen blues. Elvis Presley no hacía rock and roll. Los Sex Pistols no hacían punk. Hay comunistas que no son comunistas. Solo son auténticos los malos de la película. Vamos a hablar del blues. Tenemos en la mano toda una serie de herramientas para conocer las claves de todas las músicas, reproducirlas en un instante, recrearlas. Unos pakistanís están cavando una zanja al lado de mi casa. Gente mayor se agarra a la vaya para ver cómo trabajan, anhelando otros tiempos, cuando ellos eran los que estaban trabajando. Los pakistanís cantan al ritmo que marca la máquina excavadora. He bajado a la calle a grabar lo que están cantando. Mi móvil es una mierda pero le da un toque de autenticidad. No están cantando blues. No.

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