martes, 18 de junio de 2019

Rolling Thunder Revue - A Bob Dylan Story by Martin Scorsese

He hecho algo que no se debe hacer nunca. Leer sobre lo que vas a escribir. Recopilar datos. Mal. Si no hubiera leído nada me lo hubiera creído todo. El documental sobre la gira de 1975 de Bob Dylan que ha hecho Martin Scorsese. El ambiente, las anécdotas, el director de cine holandés, Sharon Stone como fan, la violinista, Kyss...
Todo lo que escriba sobre este documental no sirve de nada si no se graba uno a fuego esta frase que dice el tunante de Dylan en un momento de sus intervenciones estelares:
- “La vida no trata de encontrar nada ni de encontrarse a sí mismo. Trata de crear, de crearse a sí mismo constantemente”.
Y punto.
Dicho esto, el documental sobre esta gira es una creación, algo que tiene de fondo unas actuaciones impresionantes, con un Bob Dylan haciendo cosas tremendas, con esos ojitos de estar más puesto que el sol, con una Joan Baez guapa y genial bailando de una manera que tú no has bailado así en tu vida, con unos musicazos pendientes de ver cómo va la cosa y con un espíritu de engaño, de ilusión, de que todo es mentira, de que te están tomando el pelo desde el momento en el que te dicen que: con la máscara decimos la verdad, sin la máscara mentimos. Dylan hablando sin máscara. No te fíes.
En el año del señor de 1975 Bob Dylan había vuelto a los escenarios. El cuerpo le pedía marcha. Se junta con gente, fiestas, muchachas que le preguntan cosas, Allen Ginsberg haciendo cosas para llamar la atención o haciendo cosas para subvertir tu orden, según se mire. Esto es lo que dice el documental, la historia real dice otra cosa. Pero la historia real la pueden leer en cualquier parte.
Saca un disco, el Desire, con la violinista Scarlet Rivera de fondo absolutamente siembre. Hurricane...
Creo que la primera canción que sale cantando es Mr Tambourine man. Luego Isis. Mr Tambourine man como una declaración de principios. Oye, ven y cuéntame algo. Todo el rato es lo mismo. Un tío contando historias. Contándote ahora una milonga, ahora una cosa con aires bíblicos, ahora poniendo el dedo en la llaga de la injusticia, ahora tomándote el pelo con otra cosa. Con colegas o con gente que se cree colega de Dylan.
Dylan y Joan Baez. Dylan con cara de querer haberse comido a Joan Baez y Joan Baez mirándole con cara de 'qué notas eres, nen'. Hay un diálogo en una barra de un bar que no tiene desperdicio. Las entrevistas actuales con Joan Baez y ésta bufándose de todas las preguntas.
Bob Dylan tomándonos el pelo una y otra vez. Termina el documental diciendo que no recuerda nada, que nadie recuerda nada de esa gira, que se perdió como la ceniza. El tío jeta.
Martin Scorsese ya nos presentó la primera parte de la vida de Dylan hace unos años, con un formato parecido, aunque aquí parece que había más verdad. Una verdad basada en que el propio Dylan nos cuenta que él no es lo que tu esperas que sea. No es el mesías, no es un santo, no es buena persona, no es mala gente, no es un activista, no tiene el corazón de piedra, te está tomando el pelo, pero el que te tomas el pelo eres tú mismo que quieres dejarte engañar.
Bob Dylan tocando por ciudades pequeñas, ante públicos diversos, tocando canciones suyas, canciones de otros, divirtiéndose, con unos puestazos a veces tan evidentes que... esa interpretación final de Knockin on heaven's door con un Roger Mcguinn que está más ido que el copón. Esos músicos que tienen que estar pendientes de qué canción se va a tocar porque nadie lo sabe. La que pidan. ¿Nos sabemos esa? Venga.
No me mola la buena gente que se viste de buena gente, veinticuatro horas de buen corazón, de buenos sentimientos, de lo que ves es lo que hay, más bueno que el pan, el solidario, el que lo da todo. No me mola. Porque no puede ser. Me gustan más quienes dándolo o no, se permiten ponerte en la duda. Los que te crean la duda. Los que te señalan tus propias contradicciones. El que te toma el pelo. Ese.
No se puede ser más fan ya de Bob Dylan y del cabronazo de Martin Scorsese. La gira interminable, la vida interminable de Bob Dylan, la creación continua, siendo siempre alguien, mintiendo, tocando música, contando historias.
No se puede ser más fan.

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