viernes, 29 de mayo de 2020

Schrieben

Más en torno a los textos de Danuta Wolinska, en esta ocasión sin ningún otro particular.
'Goretti Zielinska llegó a Berlín previo paso por Hamburgo, ciudad a la que llegó proveniente de Lodz. En Lodz había sido amiga de la infancia, coincidimos en la misma escuela y llegamos a jugar juntas en el equipo de balonmano del Instituto. Cuando yo decidí estudiar periodismo ella, con mejores notas, dirigió sus pasos hacia el Derecho. A los pocos meses de comenzar la carrera, Goretti ya trabajaba en un pequeño diario local haciendo crónica política. Mientras tanto yo todavía no había comenzado a trabajar en ningún medio. Al acabar la carrera pude ir poco a poco hasta que, bueno, llegué a Berlín, ya saben. No quise saber nada más de Goretti Zielinska aunque sabía todo acerca de Goretti Zielinska. Era una celebridad local. Se casó con Szimon Grotowski y ambos, destacados miembros de la sociedad de Lodz, parecían el ideal de la nueva Polonia. Pero Szimon se cansó pronto de Goretti y poco menos que la repudió. Ella se tuvo que marchar a buscarse la vida en una empresa de comunicación en Hamburgo, donde pronto destacó y de ahí la enviaron a la central en Berlín. Llevaba en principio temas legales aunque también participaba en decisiones creativas. Un día, paseando por una avenida de Berlín, no sé exactamente cual, me tropecé con ella. Sospecho que ella me estaba buscando. Fuimos a tomar un café. Me explicó su vida, Szimon, el periodismo, el vértigo de la vida en Berlín.
Nos fuimos a dar un paseo.
No sé cómo fuimos a dar a un terraplén al lado de una vía del tren a las afueras de la ciudad. Aunque el día había amanecido caluroso y en lugar de un café quizás hubiera apetecido un helado, a esa hora, en el terraplén, temí por que nos cayera una manta de agua.
En el terraplén, con las primeras gotas de lluvia cayéndonos por la cara, le confesé que me daba asco. Su vida, su éxito, sus cuitas amorosas con Szimon, el propio Szimon, que hubiera triunfado en el periodismo y que fuera abogada, que estuviera en Berlín, que estuviera allí, tumbada boca arriba, con el traje chaqueta desordenado y despeinada en ese terraplén mientras esperábamos a que pasara el tren, el mismo tren que venía de Varsovia y que me había traído a mí. Le dije que me enfermaba pensar en que ahora íbamos a coincidir durante mucho tiempo en Berlín y que no dudaba que en cuanto supiera que yo ahora era una escritora de éxito, ella iba a encaminarse hacia el mismo sitio.
Goretti se incorporó un poco y me miró a los ojos. Me dijo. 'No sabía que escribías'.
No me había estado escuchando'.

No hay comentarios:

Publicar un comentario