miércoles, 11 de enero de 2023

El país de la extrema derecha


Las imágenes podían engañar. No estaban celebrando algún éxito de alguna selección deportiva, preferiblemente la selección de fútbol, que es la que en cualquier país, como todo el mundo sabe, es capaz de lanzar a la calle a tantísima gente enfervorizada. Eran exaltados de extrema derecha que asaltaron los poderes institucionales brasileños para reclamar un golpe de estado, una intervención militar, que bajase una versión chucknorrisada de Jesucristo a la Tierra para que les salvase del comunismo. El comunismo que encarna Lula Da Silva, vencedor de unas elecciones democráticas en las que se tuvo que concentrar todo el voto que no estaba pensando en clave Chuk Norris, desde la izquierda a los centristas pasando por los liberales, pero qué más da, todo es comunismo. Llama la atención la apropiación de los colores del equipo nacional, la apropiación de la bandera. Llama la atención en Brasil y aquí nos llama la atención de aquella manera. La apropiación de la bandera, que los españoles sean unos y no todos, que los catalanes sean unos pero no todos, que al ver una bandera unos sientan repulsión y los demás desapego y viceversa, es algo a lo que aquí estamos bastante más acostumbrados. Pese a que hoy en Twitter te puedes encontrar a gente con la bandera nacional en el perfil soltando cosas de izquierdas, la visión del símbolo te hace mirar con desconfianza. Hubo un intento, en los primeros tiempos de Podemos, de hacer de la bandera y del patriotismo, una herramienta para expandirse. No sé si eso continúa siendo. La bandera, envolverse en la bandera, llevar la bandera a conciertos, siempre me ha parecido raro. He llevado camisetas de equipos, camisetas de selecciones, pero nunca he llevado la de aquí. La extrema derecha piensa siempre que el país son ellos. Que puede ser cierto, porque ser un patriota debe ser algo muy extremo. Sentir amor por el país. Por cualquier país. No me iré a citar a los clásicos como La polla Records, pero siempre quedó en mi una especie de idea extraña sobre porqué uno es de un país y otro es de otro. Porqué nacer a diez kilómetros de una frontera u otra, te puede hacer de un país o de otro y por ende, has de defender ese tal como tu propia nosequé porque.... no me alcanza. El país, la nación, etc. Si acaso tu nación o país ha conseguido algo glorioso, pero a nivel muy colectivo, a nivel ganar una guerra una vez que significó una catarsis, ha protagonizado una revolución que ha cambiado el orden y ha dado bienestar a todo su pueblo, no sé. Algo así. Menudo jardín, verdad. Nacionalista. Es un jardín. Ahora podría decir que no soy nacionalista, que soy republicano porque quiero construir un país tal, pero es que no quiero construir ningún país. El bienestar no está en el país, será que está en la gente. De este país, de ese, de aquel, de todos. La camiseta del equipo de fútbol para definir los que somos de este país y los que son de aquel. La cultura, la lengua, la tradición, el desfile, el fútbol, los cantes y los bailes, el flautín y el pandero, la faja y la bota de vino, el cinturón con tachuelas, el gorrillo de medio lao, el mapa del territorio, la amenaza de otros pueblos que contaminan nuestro bonito mundo. Todo eso. Menudo jardín. ¿Habéis leído la última chorrada de extrema derecha pero es Houllebeq y posiblemente es que no le entendáis? Nuestra cultura, mi vaca, no me hablan en mi lengua cuando pido un café. No me siento satisfecho. Menudo jardín. 

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