martes, 10 de enero de 2023

La Reina Mágica de Blemblerd

A los dos les pareció bien y se desviaron del camino para visitar a la Reina Mágica de Blemblerd, de la cual habían oído hablar aunque no apareciera en ningún pasaje del libro y todos negaban que pudiera pertenecer al canon. Pero ellos fueron y la encontraron en el mismo lugar que los rumores apuntaban. La Reina Mágica de Blemblerd vivía en una gruta escondida en el monte Blindlin y desde allí controlaba a un pueblo de agricultores pacíficos, en principio, a los que se llamaba los Blimblerds. Estos Blimberds podían suponer una fuerza de combate invencible si se revestían de los conjuros que la Reina Mágica de Blemblerd les proporcionaba, por lo que habían podido mantener su independencia respecto a otros reinos y otros magos durante toda su historia. Claro, había quien se preguntaba cómo podía ser que la Reina Mágica de Blemblerd viviera desde siempre y que su pueblo, los Blimblerds siembre hubieran tenido su protección. Los dos llegaron, preguntaron, les dirigieron hacia allí y se la encontraron en un trono recubierto de pieles. Era una mujer de edad indefinible, pelo larguísimo, entrecanoso, pero no parecía ser ninguna anciana. La Reina Mágica de Blemblerd les preguntó de dónde venían y cuál era su destino. Sabía que nadie se dirigía allí adrede. Los dos le respondieron que se dirigían hacia un destino fatal ya que habían sido encargados del cumplimiento de una misión casi imposible y que antes de llevarla a cabo querían conocer también cuales eran sus posibilidades de contar con nuevos aliados y al mismo tiempo si era verdad lo que decían aquellos pasajes no reconocidos por la historia oficial sobre su poder. La Reina Mágica de Blemblerd solo les dijo que le parecía bien que tuvieran un objetivo que cumplir, que eso denotaba firmeza de carácter y que fueran tranquilos. Y sin más se fueron. Un poco desconcertados, los dos siguieron su camino y se preguntaron si no sería aquella actitud el secreto de la pervivencia de la Reina Mágica de Blemblerd, que ni siquiera les había preguntado su objetivo, ni su misión, ni en qué podía ayudar. Pues quizás fuera eso. 

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