domingo, 29 de octubre de 2017

La Gran Belleza - Paolo Sorrentino

Ayer por la noche, con la hora ya cambiada, me propusieron ir al Times. Es el local nuevo que se ha abierto donde en tiempos estuvo el Cero y luego el Pop. Lo inauguraron la semana pasada y no fui, dijeron de ir ayer y tampoco me animé. Jep Gambardella hubiera ido sin rechistar.
Viendo La Gran Belleza pensaba que me gustaría ser así, como ese personaje. Estar en la calle, saber cuándo te levantas pero no cuándo te acuestas. O que te acuestas cuando los demás se van a la cama, hablar de todo, saber de nada, poder meter la pulla, ir a ver espectáculos teatrales, la cultura absurda, los eventos sociales plagados de gente que quiere y que no puede, de gente que cree que hace y que no hace, de gente que tiene una historia y que no es más que un relato. Pero ayer, por llevar la contraria, me fui a su casa. Ponlo luego en tu blog.
La Gran Belleza es una película de Paolo Sorrentino, director italiano del que ya ví Il Divo, que me encantó. Pero esta me ha traspasado. Desde el principio, desde que empieza, todo el festival de imágenes, de belleza y de impostación, de espacio para lo más profundo y lo más banal. Para Fanny Ardant bajando una escalera, cruzándose contigo, quedarte extasiado ante tanta belleza. Para Serena Grandi, hinchándose a rayas. Serena Grandi, deformada, hecha un vagón, autoparodiándose a sí misma, la reina de las Maggiorate, la protagonista de las alucinaciones de Tinto Brass, yendo al cirujano plástico a que le metan un poquito y metiéndose de más.
Son muchas cosas, muchas situaciones, muchas frases, muchos momentos. Un periodista, mejor dicho, un escritor que publicó una novela hace mil siglos, que tuvo éxito, pero que se dedica a escribir crónicas, crónica social o cultural. Estar en el mundo, en la calle, con gente bien, con gente que quiere ser bien. A pasear por Roma.
No he ido nunca a Roma, de hecho el típico viaje a Italia me ha parecido siempre una pérdida de tiempo. Y todo el mundo dice que no, que impresiona, que es lo mejor y lo peor. Y a mí no me llama la atención y sé que hay Historia para dar y vender y cada piedra es un remontarse y que si pudiera, ay, si yo pudiera estar con ese personaje de la película que tiene las llaves de todos los palacios de Roma, puede que me muriera de gusto.
La belleza. Un japonés muere extasiado ante la belleza. Jep Gambardella se enamoró una vez, pero la cosa no prosperó. Intentar recordar ese momento, con la persona a la que quisiste y a la que perdiste, recordarlo una y otra vez. Mirar hacia el techo y ver el mar. El mar es el recuerdo de lo que un día fue bello. Tan bonito. Y que se ha ido. Y que puede que desde entonces no hayas podido tropezarte de nuevo, o disfrutarlo, o identificarlo.
El recuerdo de La Dolce Vita está ahí continuamente. Ese periodista que está y que no está, que es parte de la escena y la tiene que contar. Vamos al Times, debería haberlo propuesto yo. Las referencias fellinianas parece que están ahí todo el rato. Esta frase de aquí al lado, si quieren, la extirpan del texto y se la llevan a tomar algo y cuando esté mareada y perdida, la dejan sola. Que se joda.
Jep Gambardella tiene amigos, o conocidos, amigas, condesas, empresarios, empresarias, poetisas, poetas, vive al lado de uno de esos empresarios mafiosos que dicen mover Italia pero que se van al talego, conoce a la curia, y reparte. Reparte continuamente, con una sonrisa en el rosto, con clase. La clase. Se supone que yo no debería alabar a la clase, pero es lo que le sale a uno.
Hoy he ido a un concierto por la mañana, la música era estupenda, un grupo angloitaliano en el Cinc. Estábamos todos y todas, ayer coincidimos en las Taninas, nos vemos en el Ciertopelo por la tarde. Podría decir que Santa Coloma es un poco como Roma, sin palacios, pero con otro tipo de belleza. Y miseria.
Me ha impactado mucho la película. Ya alguien me dijo… resulta que todos habíais visto la película y no me lo habíais dicho, o no me lo quise creer. Alguien me recomendó el remix de Raffaela Carrá. Y se te mete en la cabeza. No malgastemos la juventud. Vivamos la vida como si no importase, pero a la primera de cambio me voy a casa. Ser como Jep Gambardella. Vivir la vida, no disfrutarla demasiado. Ansiar encontrar la belleza. Aquella vez que pudiste estar con la persona que querías. A la que querías más que a nada en el mundo.
Estar en el mundo. Recordar la belleza. Esas cosas que luego contarás en el blog.

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