domingo, 28 de enero de 2018

Calle Aguileras. Corazón cerrado.


México está en un llano y yo en una llanura. El otro día, nos dimos cuenta de que Santa Coloma no somos todos. No todos los colomenses vivimos aquí. La gente de Singuerlín baja a Santa Coloma. La gente del Fondo va a coger el autobús a Santa Coloma. Hay una Santa Coloma o hay varias. Hoy el viaje nos lleva a Singuerlín, el barrio de Singuerlín, para visitar una calle que sube o que baja. La calle Aguileras. Si miras la calle Aguileras desde arriba pareciera que va a terminar en la Avinguda Francesc Maciá y puede que el efecto óptico nos engañe y no termine propiamente allí. La calle Aguileras, desde abajo. La calle Aguileras, en el corazón de Singerín. La calle Aguileras como una arteria solitaria de un barrio que está en Santa Coloma. Fuera o dentro. La calle Aguileras. Nuestros ríos son como las vidas que van a parar o a la Avinguda Santiago Rusiñol o a la Francesc Macià. O quizás es la Anselm Riu. El efecto óptico. La calle Aguileras es como esos ríos que tienen entidad y justo cuando van a desembocar en el mar, como una obligación impuesta, desembocan en otro sitio. En otra calle, más así, con nombre más rimbombante.
Subiendo, mejor que bajando. Subiendo lo primero que encontramos es una inmobiliaria, creo, fincas, creo, que cubre un chaflán e invade la calle. Lo mismo ocurre con el Montferri, que da a las dos calles, a la Anselm Riu y a la Aguileras. La Montferri. Una amiga, que planeará sobre todo este texto como la verdadera protagonista del mismo sin citarla o quizás citándola más adelante, siempre ha dicho de ir a desayunar a la Montferri. Eso jamás pasó. A la Montferri he ido a desayunar pocas veces. Yo no vivo allí. Voy de paso. Con lágrimas en los ojos. El frío negro. Sigamos hacia arriba. Subamos, pasando por las primeras casas bajas yencontrándonos con pescaderías, joyerías, persianas bajadas. No hay nada abierto en la calle Aguileras un domingo por la tarde. A saber: una tienda de móviles, un Condis express, una tienda de moda o zapatería, una frutería ya en el chaflán de arriba.
Cuántos locales con la chapa de se vende o se traspasa o se alquila. Muchos. Vamos subiendo y atravesando las calles que la cruzan. Granados, Enric Granados. Hay una perfumería Laura en el Chaflán, no sé si está cerrada definitivamente, si el local funciona pero con otros dueños. Hay un estanco. Hay una Caixa. Hay locales con la persiana cerrada. Una cotillería cerrada y con anuncios en la puerta más arriba, hay un bar, no están abiertos los bares en esta calle los domingos. Seguimos avanzando. Hay unos contáiners. Si pasas dos veces por delante de unos containers, raro será que no veas que alguien asoma la cabeza para ver si hay algo de provecho dentro. El bar los Hermanos está cerrado y con la chapa del traspaso. Si me equivoco, me lo dirán, no estamos aquí para dar información si no para crear controversia. Ese bar de Los Hermanos creo que lo llevaban dos hermanos del Athletic. Dos hermanos que venían a la Peña. Mucha gente de la peña del Athletic venía de Singuerlín. En una acera en la que no veo ningún otro comercio, la única persiana rotulada es la del bar los Hermanos y está cerrada.
Seguimos avanzando. Vamos atravesando más calles. Encima de Granados, América, encima de América, Singuerlín, encima de Singuerín, en Pasaje Caralt. Ahí hay algo abierto, es una farmacia. En el trayecto me encuentro con comercios de nombre curioso. El ‘de todo para todos. Precio justo’. El rastro de moto, tienda de recambios para moto. Hay otro comercio también con su banderín de Singuerlin Comerç, también de recambios. Supongo que el domingo por la tarde no es el mejor día para pasear por el barrio. Hay también panaderías, pero están cerradas, alguna también con el consabido local en traspaso. Hay un bar abierto que cuando íbamos a la calle Aguileras casi siempre estaba abierto. El bar Blau. En el chaflán del pasaje Caralt, el bar Nico. Los dos están cerrados.
Las visitas a la calle Aguileras. Íbamos a casa de unos amigos, a cenar, a tomar algo, a jugar al Risk. Nunca supimos qué piso era. En qué piso vivían. Daba igual las veces, con quién fuéramos. Nunca nos acordamos. Mensaje de watsapp, pepa, qué piso es. Incluso creo que era en época de sms’s todavía. Pepa, qué piso es. La terraza desde la que se veía el mar. Desde la que se veían los pisos de la Gran Vía. La terraza donde reír y llorar. Unos días unos y otros días otros. La terraza por la que se colaba la perra blanca y tan mayor. La terraza que era como mi terraza pero mucho mejor cuidada. Nunca nos acordamos del piso que era. A veces incluso confundíamos la portería. Ya convinimos en acordar que era la portería al lado del Condis, para bajar a buscar más cerveza. Ir hacia la calle Aguileras, por el mercado, bajando, subiendo, por la calle Singuerlin, embocando en la calle, confundiéndonos. Asombrándonos de nuestra mala cabeza.
Hay Condis que abren los domingos y otros no. Hay un Condis abierto, y hay cola en el Condis. La gente, y ahora a ver cómo lo digo, pero creo que esto de que haya Condis abiertos ahora a estas horas, los domingos y tarde, es porque la gente confía en la marca. La imagen de marca. Otros establecimientos abiertos no tienen tanta demanda. Pero este es un super con marca. Y la gente va. Somos así. No entro a comprar leche aunque la necesito por no ir con la leche en la mano toda la tarde. Sigo. Nos queda poco para llegar arriba del todo. Tan poco que ya hemos llegado. En el chaflán de la Santiago Rusiñol hay una frutería abierta. En la acera de enfrente hay un plafón de los que utilizamos para poner propaganda electoral.
La calle Aguileras sigue hacia arriba con otro nombre. O baja hacia abajo la calle Cervantes con un nombre distinto. Otro día hablamos de otra cosa. Calles que son frontera. Calles que están en el corazón. Un corazón de persianas bajadas un domingo por la tarde.

No hay comentarios:

Publicar un comentario