martes, 3 de abril de 2018

M. El vampiro de Düsseldorf - Fritz Lang

Un asesino anda suelto. Hay que cogerlo. Cualquiera puede ser el asesino. Un asesino de niñas. Puedes ser tú. Creo que eres tú. Todos creemos que eres tú. Eres tú. Pero no eres tú. Es otra persona, no te preocupes. Pero podrías ser tú. M. El vampiro de Düsseldorf. es una película alemana de 1931, dirigida por Fritz Lang, director de otros clásicos como Metropolis, y con guión de Thea von Harbou, por entonces pareja del director y solo dos años después, afiliada al partido Nazi. Bien. Todo en orden.
Hace mil años que no vas a la Filmoteca. Vas a la Filmoteca en ocasiones contadas. M. El vampiro de Düsseldorf es una de ellas. Una de las cumbres del cine expresionista alemán. El expresionismo, la deformación de la realidad, la exaltación del patetismo de caras, gestos, cuerpos, comportamientos. Lo oscuro, lo decadente, lo monstruoso que puede haber y que hay en cada uno de nosotros. La masa, las masas, el individuo, el loco, el poder, los burgueses, los mendigos. Todo eso.
Hay un asesino de niñas que aterroriza la ciudad. No hay manera humana de saber quién es. No deja de matar niñas. Nosotros sabemos quién es. Es Beckert. Beckert conoce a las niñas, las invita a pasear, les compra algo. Feliz, silba en En el salón del rey de la montaña, de Edvard Grieg. Casualmente, me gusta mucho a mí esa... Beckert es interpretado por Peter Lorre. Vemos, en uno de sus primeros planos, la cara de Peter Lorre cuando ve a través de un espejo a la que puede ser una de sus víctimas. Esa cara. Cara de. Esa cara.
Vemos otras caras. Las caras de los burgueses discutiendo. De la gente buscando un culpable en cualquier parte. Las peleas. El miedo en las caras de la gente. Los policías grotescos. Los rufianes monstruosos. El asesino envía una carta a un diario. No tienen ni idea.
La policía no puede encontrarle. No da con la tecla. Pone a trabajar a todo el mundo. El ministro se desespera. Pero las imágenes nos muestran un Estado ineficaz, incapaz de dar con la tecla correcta. El despliegue es tan bestia que acaba repercutiendo en las actividades del hampa. Los bajos fondos tienen a la policía todo el día detrás. Así no se puede. Ellos mismos se organizan para encontrar al asesino de niñas.
Dos investigaciones paralelas, la del Estado y la del mundo del hampa. ¿Cuál de ellas llegará antes a coger al asesino?
La película es sonora. Pero todavía hay partes en las que no hay sonido, nada, no se oye nada. De vez en cuando aparece la voz. A veces, los discursos del jefe del hampa se parecen demasiado, incluso por cómo los hace, a otros discursos alemanes de esa misma época.
El final. ¿Hay que matar al asesino de niñas? Un debate muy actual. Qué hay que hacer con el asesino. La sociedad autoorganizada, ¿puede dictar justicia? ¿Hay que respetar al que mata? ¿Se puede entender al que mata? ¿Quiénes somos nosotros para juzgarlo? ¿Porqué escuchar a ese hombre que está hablando y hablando? Vamos a por él.
Una película que deja abiertos muchos debates. Sabiendo quién la hizo, quién estaba detrás de la historia, sabiendo que no todos los que estaban ahí acaban como acaban. El propio Peter Lorre tuvo que huir en 1933. Fue amigo de Brecht. Peter Lorre ganó fama mundial con este papel. Y no es para menos. Si durante toda la peli da un recital, recital de miedo y asco, al final, la intervención final, es la de un genio. Un genio con los ojos en blanco. Ido.
Una sociedad que busca culpables. Que quiere justicia. Que tiene miedo. Que se siente capaz de tomar el relevo del Estado. Un Estado que puede controlarlo todo. Que lo mueve todo.
Y al final, al final... quizás deberíamos poner más atención.

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