miércoles, 20 de junio de 2018

1688. La primera revolución moderna - Steve Pincus

Olviden el libro que aparece al lado del LIBRO. Se trata de un estudio histórico sobre la revolución de 1688, llamada Revolución Gloriosa en Inglaterra. Una revolución que los propios historiadores ingleses, los propios gobernantes ingleses, los ingleses en general, parecen haber querido borrar de su memoria o al menos, reducirla a su mínima expresión. Una revolución por la que saca la cara el historiador norteamericano Steve Pincus, especialista en el siglo XVII. Y se saca de la manga un libro de 850 páginas repleto de datos y testimonios que vienen a confirmar que, efectivamente, lo que sucedió en 1688 fue una revolución y además, fue la primera revolución moderna.
Dedicar tu vida al siglo XVII. Nosotros, por estas tierras, en aquellos años, estábamos bajo el gobierno de su católica majestad Carlos II, el Hechizado, personaje fascinante no por su hechizo y embrujo sino por una historia truculenta, desgraciada y triste que no es demasiado conocida. Supongo que a nadie le gusta que le hagan bromas con lo suyo, aunque sea con un rey decrépito, y no hay demasiados estudios sobre él o esta época. Al menos en la Biblioteca, que es donde servidor de ustedes encuentra todo el conocimiento que precisa. Así que mientras en España teníamos una corte de los milagros con personajes fanatizados y burlescos al frente, en Inglaterra pasan cosas.
Después del Protectorado de Cromwell, Oliver Cromwell, después de haberle cortado la cabeza al rey Carlos I, su hijo Carlos II recupera el trono y comienza una época en la que la Monarquía británica pretende afianzar su dominio en un territorio cuyas gentes y su forma de ver la política y la vida en sociedad han cambiado.
El libro nos habla de la importancia de las cafeterías, de las reuniones públicas donde se discutía de todo y con todos, de la importancia de los medios de comunicación, de la información que llega del extranjero, de la opinión pública, de los oradores, de los panfletos, de los sermones de los párrocos, de la economía, del comercio, de los mares, de los negocios, de la industria. Inglaterra se parece cada vez menos a otros países. Mucho menos al nuestro. Para hacer frente a esta nueva época, los reyes, primero Carlos y luego su hermano y sucesor Jacobo II, pretenden reorganizar el estado. Carlos lo hace de manera imperceptible, pero será Jacobo II quien lleve a cabo la obra de una manera concienzuda.
En todo momento se quiere presentar a Jacobo II como un rey moderno, políticamente sofisticado, con un plan. El plan es ser como Francia, la Francia de Luis XIV. Y a ello pone todo su empeño. Es católico, pero no es papista, antes al contrario, pretende catolizar el reino pero sin darle poder al Papa. Y este plan de modernización, de construcción de un estado centralista, choca con otro proyecto de modernización, el que tienen los whighs principalmente y también algunos tories, sobre cómo hacer las cosas.
Chocan dos proyectos de país. Dos proyectos sobre cómo encajar con la sociedad cambiante y profundizar en la modernización. Como quiera que uno no se impone y el otro no puede legalmente hacer nada, estalla una revolución.
Chocan dos proyectos, de iglesia, de economía, de relación con el poder, de papel de la religión. No es una guerra de religión, es una revolución política. Y que consigue objetivos políticos. El rey Jacobo II tiene que huir del país casi sin plantar cara. Eso sí, las resistencias al nuevo régimen serán duras, y los consensos durarán poco, hay que imponer un plan sobre el otro.
El rey Jacobo II morirá en el exilio francés. Su yerno, el Estatúder holandés Guillermo de Orange, casado con su hija Ana de Jacobo, toma el poder, al invadir el país con un Ejército angloholandés. Pero se producen levantamientos generalizados que casi no hacen necesaria una intervención militar o una guerra con sus batallas, salvo en Irlanda, donde sí que se darán.
Y el libro cuenta con precisión todo este proceso. Las diferentes ideas, los diferentes proyectos. El jacobita, el whig, el torie, las diferencias entre anglicanos y disidentes, entre católicos galicanos y papistas, entre defensores de la tierra y defensores del comercio, entre tolerantes e intolerantes.
Y cómo eso es una revolución, porque lo es, porque cambia el sistema, porque lo que había ya no es y es otra cosa. Distinta, en lucha con las anteriores y con las potencias que quieren que no vaya bien. Y con la pretensión de extender el modelo fuera.
Y los propios ingleses, con el tiempo renegarán de esa revolución. Porque todos saben que los ingleses no hacen revoluciones, son gente moderada, civilizada, cortés. Y ellos, que se empeñarán en sofocar rebeliones por doquier, fueron los primeros en enseñar el camino.
Un libro que es una gozada, un poco repetitivo a veces, pero que enseña, que da mucha luz. Y que uno envidiaría encontrar algo parecido sobre esa época en nuestros pagos.

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