viernes, 8 de junio de 2018

Marwan Ibn Yyaqub. Desierto.

Siento decepcionar a quienes esperen un relato clarificador sobre la vida y obra de Marwan Ibn Yyaqub pero hoy quien esto escribe se encuentra de baja por decoloración y soy yo quien se encargará de suplir al titular para escribir un remedo de texto que se parezca a. Los textos se parecen entre sí y ustedes no saben quién los escribe. No saben ni siquiera si soy yo otra vez y todo eso de la baja es una manera de comenzar como otra cualquiera. Marwan Ibn Yyaqub se perdió en un desierto y no quiso pisar un desierto nunca más. Se perdió en uno de los mil desiertos que recorrió y no lo olvidó nunca. Desierto, mal. Desierto, cuidado. Se perdió en el desierto del Takla Makan, allí donde cristo perdió el gorro y si cristo mismo perdió el gorro cómo no se iba perder el bueno de Marwan Ibn Yyaqub. Y no será porque Marwan Ibn Yyaqub no estaba orientado todo al exterior, no es una persona con las habilidades típicas de quien se ha criado toda la vida en ambiente cálido y sin embargo, pasa mucho, la gente que ha crecido donde hace mucho calor, no quiere calor. Y menos aún quienes han crecido cerca del desierto, no quieren desierto. En la exposición Universal, Marwan Ibn Yyaqub visitó el stand de Mauritania, porque le llamó la atención el nombre, le resultó familiar, y lo que vio allí le recordó al desierto. Y rememoró con quien quiso escucharle su experiencia en el desierto de Takla Makan. Y la gente se arremolinó en torno a él, escuchando las penurias, los contrasentidos, las alucinaciones, el sol, el sol, el sol, la arena como un espejo, y muchos entendieron entonces lo que era un espejismo, y el sol, y la arena, blanca, blanca, la arena, ardiendo, el sol, la sal, la boca llena de tierra, los labios completamente llagados, no tenía agua, los labios ardiendo y sangrando y la sangre se seca en los labios y crea una costra que cuando te la arrancas es buena cosa porque sale sangre de nuevo y el líquido de la sangre es tu único líquido, y los ojos no lloran porque no tienen lágrimas para llorar y alguien del público dice que eso le recuerda un poema o una figura literaria, la de las lágrimas de los ojos, y Marwan Ibn Yyaqub vuelve a mirar el cartel del stand de Mauritania en la exposición Universal y se extraña de haber encontrado un público tan culto y tan sabio y sigue explicando que el sol, el sol, el sol, las llagas, la sangre seca en la boca, la lengua llena de ganas de agua, y alguien del público vuelve a decir que es una imagen poética preciosa y que le gustaría por un instante revivir en persona esos momentos, momentos en los que una persona se pierde en el desierto y se encuentra sola y desvalida y al borde mismo de sus fuerzas, perdiendo el entendimiento y las ganas de ser y de estar, pero con esa voluntad sobrehumana para sobrevivir. Y Marwan Ibn Yyaqub coge de la mano a esa persona del público y salen de la exposición Universal y se van a un descampado que está justo al lado de todas las exposiciones universales y hace que juntos se sienten a esperar la puesta del sol y el amanecer y la persona del público se asusta y se va. Y Marwan Ibn Yyaqub se queda allí, porque ese descampado, por un momento le ha recordado a su tierra, a su madre, a una lata que tenía en la que guardaba algo que le echaba a las comidas y que ahora recuerda como tan sabroso. Y qué tendría aquella lata dentro. Y Marwan Ibn Yyaqub se pasa la lengua por los labios y quiere recordar el sabor. Y el Takla Makan le vuelve a visitar. Y se levanta del descampado. Y está confundido. Del desierto no se escapa uno jamás. Siempre volverás al desierto. Esas cosas que dice la gente.

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