miércoles, 13 de junio de 2018
Marwan Ibn Yyaqub. Isfahán.
Marwan Ibn Yyaqub pasando el control en el aeropuerto. Marwan Ibn Yyaqub cogiendo el avión. El avión despega y aterriza en Isfahán. Y Marwan Ibn Yyaqub baja del avión y pasa otro control. Y ya está en Isfahán. Y en Isfaján se encuentra con una persona, de manera casual, que se llama Ismail Isphahani. Se toma un té con él. Se despiden. Pero Ismail Isphahani se pega a su espalda. Le persigue. Se hace el encontradizo y conversa con él. Le acompaña. Le quiere hacer de guía por una ciudad maravillosa. Marwan Ibn Yyaqub habla con él y le dice que no necesita de guía. Que su filosofía de viaje no es la de conocer los lugares y aprender cosas sino que lo único que le mueve es simplemente estar, contemplar, hacerse ollas. Hacerse ollas. Ismail Isphahani comprendió de inmediato. Recorrió las mejores caldererías de la ciudad para llevarle las mejores ollas, los mejores cazos, vasos, cacerolas a Marwan Ibn Yyaqub. De todo se aprende. Y Marwan Ibn Yyaqub descubrió que no era fácil desprenderse de alguien que está dispuesto a todo por seguirte. Y Marwan Ibn Yyaqub hizo otra serie de descubrimientos de diversa índole a lo largo de su vida. Porque la vida de la gente está plagada de saberes nuevos, de conocimientos que van llenando el vaso. Y podríamos discutir si esos conocimientos realmente aportan algo o simplemente son adornos a un tronco básico. O podríamos discutir sobre cualquier cosa mientras la luna se pone sobre los impagables edificios de Isfaján. En Isfaján hay monumentos preciosos y otros edificios que son más ramplones. Pero en la cámara de fotos de Marwan Ibn Yyaqub solo hay lugar para cosas bonitas que a él le parecen bonitas, porque es importante para uno lo que para uno es importante y no para otros. Y el escritor que recoge las andanzas de Marwan Ibn Yyaqub lo hace porque considera que hay una obligación inherente a la de todo amante de las letras que no es otra que la de poner negro sobre blanco las vivencias de alguien. Tenga importancia o no. Y podría contarles que el otro día fui a una carnicería a la que no he ido en la vida y que está en mi misma calle y que compré carne para hacer albóndigas y que tuve la sensación de haber viajado mil kilómetros sin haber hecho otra cosa que cruzar la calle. Y aquella gente hablaba mi idioma y algunas caras incluso me eran conocidas y sin embargo una inevitable sensación de exotismo me invadía continuamente. Y no sabía pedir la carne y tuve que pedir mezcla de cerdo y ternera. Y esto son cosas que cuentan los escritores de muchas maneras. Unas más líricas y otras más disfrazadas de algo. Y supongo que volveré a esa carnicería. Porque no sé. Y Marwan Ibn Yyaqub quiso entrar a orar a una mezquita de Isfaján y se encontró de nuevo con Ismail Isphahani y este le comentó que en las mezquitas de Isphahán... y Marwan Ibn Yyaqub se hizo un lío. isphahan. Isfahan. Isfaján. Todos aprendemos cosas y todos nos hacemos líos.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario