jueves, 13 de septiembre de 2018

Rachid Taha, para siempre.

Yo recuerdo una noche, qué noche. Recuerdo una noche en casa de la Marinetis. Era un piso que le habían dejado, una especie de arrendamiento, algo, no lo sé. La dueña se iba a trabajar en un barco pesquero o algo así y le dejaban el piso para que se quedara allí unos meses. Era un piso pequeño, nada. Eran los tiempos aquellos. Los tiempos en los que la fiesta iba por barrios. En los que unos estaban muy abajo y otros muy abajo también. Y nos contaba Marina, Matilda, que había ido a cenar con los marineros y que se habían puesto de Barbadillo hasta más allá de Pamplona. Y nos dijo que un día viniéramos a su nuevo piso a cenar. Y nos fuimos a su casa y creo que como siempre se nos olvidó cenar. Pero no se nos olvidará nunca esa noche.
Y recuerdo que en aquellos días quedar con Marinetis era ir a la Concha y escuchar Ya Rayah hasta la saciedad. Y descubrir gracias a Marinetis, la peor persona de la tierra, a Rachid Taha. Y descubrir el Diwan y creo que por entonces sacó el Diwan 2. Y tenerlo todo el rato. Y quedarte con dos o tres canciones. Y recuerdo haber hecho eso de ir poniendo canciones al tuntún. Y recuerdo como un momento de catarsis. Recuerdo que sonó el Hebina. O Habina. Y no sé porqué, esa canción, me tocó. Y yo que no sabía bailar como Marinetis, dando pataditas así al aire, que no sabía bailar nada, bailé. No sabía qué decía la letra. Habina, como Habibi, debe significar algo de 'amor'. Y solo eso ya nos valía.
Y hay un momento en que la canción para. La canción se para y Rachid Taha hace un llamamiento a Dios para que respete a los locos por amor, para que tenga piedad, para que nos queramos todos de una vez. Y yo me acuerdo que me puse de rodillas, como en trance. Allah, allah... pidiendo a alguien que pasara algo que cuando pasa te troncha. Y la canción vuelve luego y sigue implorando que nos queramos, que nos amemos, etc. Y fue como una catarsis. Estábamos la Nuri, el Abel, la Marineta, no sé si el Paco vino. Al final la Marinetis se quedó a vivir en el piso aquel. Qué tiempos. Pidiendo a gritos que Manuel nos llevase con él, que estirara, que nos subiera con él allá arriba. Rachid Taha sonando a toda ostia, Habina, Ya Rayah...
Recuerdo ir en coche, volviendo de Linares, o de Jaén, o de Granada, mes de agosto, tierra roja, calor salvaje y sonar en el coche Gana el hawa y sentir algo. Algo. No sé qué. Como que esa música estaba más cerca de lo que nos pensamos. De que esa música y los aguilandos de mi pueblo tienen un extraño hilo conductor. Y golpear el volante al ritmo de la percusión. Y escucho Gana el Hawa y se me erizan los pelicos de atrás.
Recuerdo una fiesta de esas de ex telefónicos que acababa en mi casa. Y a mi padre y a mi madre le acabó gustando Rachid Taha, los dos Diwan, se los llevaba mi padre para pintar. Y recuerdo verlos a todos bailando, Liébanas, Robin, Basilio, Martín, bailando el Yah Rayah, que ellos no sé si sabían de que iba la letra, pero es la canción del emigrante. Del que se va de su tierra. Todos ellos se habían ido de su tierra y allí estaban en una cochera de Vilches, felices, contentos, recordando y bailando, con Liébanas con un trapo en la cabeza.
Y recuerdo a la Pepa, otra fan de Rachid Taha, advirtiéndonos de todos los conciertos de Rachid Taha. Y recuerdo una fiesta de la Mercé que conseguí verle. Pasado como siempre. Pero tocó las que tuvo que tocar.
Y los vídeos cantando ya sus canciones con toda la desgana del mundo porque no parecía persona que le gustase repetir lo mismo todo el rato.
Los Diwan, colecciones de canciones de la música magrebí, antiguas, clásicas, y que te ponen los pelos de punta.
Recuerdo actos de EUiA, campañas electorales de la coalición, que comenzaban siempre con el Escúchame Camarada, de Rachid Taha, una antigua canción argelina de emigrantes. Ecoute moi, camarade. Ella no te ama. Religiosamente. Era la canción que abría el pen drive con músicas para amenizar. Escúchame, camarada.
Recuerdo una carpa de EUiA, una caseta un verano. Qué verano. Habíamos tocado en el vermut y nos pusimos a poner música para pasar la tarde, la sobremesa. Y pusimos creo que todos los Diwan enteros. No te acordarás. Venía la gente a bailar, la madre de Marina, la Rosario nos miraba desde la caseta de Iniciativa. La Pepa, la tropa, todos bailando. Agatha. Agatha. Agatha. Horas, al sol. Qué sensación.
Se ha muerto Rachid Taha. Toca beberse lo que él deja. Y no olvidarnos de lo que somos. 

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