jueves, 20 de septiembre de 2018

The Handmaid's Tale - El Cuento de la Criada

Esta es una serie. Todo el mundo tiene una. Una serie que nos cuenta algo que puede ocurrir, pero que no va a ocurrir. Porque cómo va a ocurrir. Es imposible. Creo que a esto le llaman distopía. Lo contrario a una utopía. Un grupo ultrareligioso, no, perdón, fundamentalista cristiano, algo así como los wahabitas del cristianismo, toma el poder por la fuerza en los Estados Unidos, de manera imprevisible, triunfan e instauran una República que se guía por una lectura particular de la Biblia por la cual las mujeres son cero pelote y los hombres mandan, pero mandan, mandan. Gilead se llama la nueva República.
Al parecer, previamente a esta toma de poder, un fenómeno de caída de la natalidad azota al mundo. Los fundamentalistas lo achacan a una pérdida de moral, costumbres, castigo de Dios, y, ojo, nos estamos cargando el planeta. Sea como sea, los Estados Unidos desaparecen y solo sobreviven en Alaska y por ahí. Las mujeres del país se dividen en Marthas, Criadas y Esposas. Las Marthas son como sirvientas, las esposas son esposas de la gente de bien, pero que no tienen hijos, y las criadas que son mujeres fértiles que sirven para tener hijos. Cada mes, mediante una ceremonia que recrea un pasaje bíblico que tal, las criadas con violadas por el hombre de la casa en presencia de la mujer, para dejarlas embarazadas. Y así.
Y esta es la serie. El retrato de una sociedad que se va a la mierda y la mierda de sociedad que surge. ¿Puede pasar? Eso es imposible.
La serie cuenta la historia de June, de Moira, de la pareja de June, de la hija, de otras mujeres que son criadas y su lucha por la supervivencia. June tiene una hija, de la que es separada. La serie es el seguimiento de la vida de June en casa de los Waterford. Él es un mandamás, el actor que hacía de Shackespeare en Shackespeare in love. Ella, su esposa, no traga a la criada. Él al parecer ya ha tenido criadas antes, a las que ha... porque manda. Y ella no. Ella cree que también es alguien porque es la mujer del mandamás, hasta que se da cuenta de que es la misma mierda que las criadas. Las criadas pierden el nombre. No se llama June. Se llama Defred (Offred en inglés). Porque el comandante Waterford se llama Fred.
Y la primera temporada nos enseña cómo es esta sociedad y cómo se ejerce el control y cómo sería una sociedad en la que las mujeres, de repente, fueran nada. O menos que nada. Y tú, que eres un hombre blanco, colomense, de 43 años de edad, piensas que la serie es una barbaridad. Una dolorosa barbaridad, una cafrada que nos enseña que lo que hoy pensamos que es imposible (y es imposible) puede ser real. Pero no será real. Porque no puede ser.
Pero si eres mujer...
Si eres mujer creo que la lectura será diferente. Y debe ser una lectura que se debe parecer a que cada vez que termina el capítulo te vas a la cama con dolor de estómago.
Y como soy un hombre blanco, de 43 años, de Santa Coloma, me puedo imaginar lo que se siente. Y puedo compartirlo. Y soy capaz de entender la cara de hiper ultra desesperación, impotencia, rabia, cabreo, ganas de matar, morir, huir, quedarte, mandarlo todo a la mierda, quedarte y luchar, que pone June en esos planos cortos que abundan durante toda la serie. Planos cortos con la cara de June. Planos cortos a punto de llorar. Planos cortos cuando la putean. Cuando putean a alguna compañera. Cuando no entiende la hijoputez de la esposa. Cuando todo es una hijoputez.
Dos temporadas de serie. Decir que el final de la segunda temporada, abierto a una tercera, me cabreó un poquito. Porque pareciera que la segunda temporada no ha servido para nada que no sea redundar en el qué mal y en el hijoputismo desenfrenado que poco a poco va extendiéndose y afectando a más y más gente. También para abrir brechas de esperanza.
Decir que en teoría, la primera temporada de la serie es la que corresponde al libro en el que se basa todo y que lo demás es... pero bueno.
Esa segunda temporada. Esa temporada en la que el recital de caras, de situaciones al límite, de probar de primera mano la injusticia, de perder el freno, de perder el miedo. Y aun así, pensar que con esa segunda temporada se ha perdido el tiempo y si va a haber una tercera puede, con las mismas, haber una cuarta y una quinta.
Conclusión. Una serie que hay que ver. Aunque se te revuelvan las tripas, aunque sea una cafrada detrás de otra. Aunque sepamos que eso que se está contando no va a pasar. Que a nadie nunca le van a quitar todos sus derechos por ser... por ser mujer. O por ser 'traidor a su género'. Eso ya no va a pasar nunca y por eso podemos ver la serie con cierta distancia. No va a pasar. Pero hay que ver la serie. Porque igual que en la Guerra de las Galaxias vemos un futuro que no llegará nunca, aquí... pues eso.
Que aquí, bueno, ni aquí ni en ninguna parte, eso no va a pasar. 
Es que seguro que no pasa.

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