jueves, 21 de octubre de 2021

Payaso


En el ocaso de mi vida, cuando ya mis ojos a duras penas se mantienen abiertos después de cualquier cosa, quiero recordar aquellos momentos felices en los que juntos gozamos de la sana y fértil amistad que nos enriqueció sin medida. Ahora que ya no soy capaz de recorrer tres pasos sin que las ventosidades arruinen mi paseo, me parece mentira que yo fuera aquel que pudo hacerlo todo y que todo hacía sencillo. Es en este momento en el que mi pelo desaparece y me crece en lugares donde nunca tuvo ningún sentido, cuando me explayo contemplando mi vida como en una serie de imágenes dichosas y tal. Es, como digo, el momento de irse despidiendo de todo esto y prepararnos para otra vida, mejor, si es posible, que la que hemos vivido. Porque con todo, la vida que se nos ha dado, la vida que hemos conseguido sortear y bandear como si fuéramos artistas pero siendo meros payasos, ha sido gloriosa. Y no podemos parar de recordar todos esos momentos en los que estuvimos juntos, riendo, alborotando, haciendo perder el tiempo a los que no pensaron jamás que su tiempo tuviera valor, robando de aquí y de allá lo que creíamos que era común, farfullando canciones sin letra, asaltando la vida, en definitiva, como solo las personas que payasos hemos sido sabemos advertir. Me gusta pensar que he sido un payaso. No, no soy payaso, dice la canción. Payaso no. En los últimos momentos de mi vida, cuando todo se termina y suenan en mis oídos las voces que ya nunca más escucharé, o resuenan, mejor dicho, es cuando quiero que también escuchéis mi voz. Mi gastada voz. Mi desagradable voz de viejo payaso. Payaso.  

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