martes, 23 de octubre de 2018

Carrer de Santa Rosa. Calle de pocas palabras.

Hay calles y hay rincones y hay de todo. En el mundo hay de todo. En Santa Coloma todavía quedan calles como la de Santa Rosa. La calle de Santa Rosa no está en el barrio de Santa Rosa. Como la calle Safaretjos no está en el barrio de Safaretjos. Las cosas no están donde tienen que estar. No hay orden. No hay progreso. Si algo como esto sucede es porque cualquier cosa es posible y Santa Coloma es esa ciudad en la que las cosas inverosímiles suceden y se convierten en normales. No quieran ahora que enumere. La calle Santa Rosa es una calle que se encuentra en el Barrio del Riu Nord, una calle escondida, de esas calles que quedan todavía con el bordillo alto, con el asfalto irregular, una calle que todavía no ha disfrutado de lo que tanto estábamos esperando en otros puntos de la ciudad pero que buen seguro le llegará el turno: la mano de asfalto. Esa mano de asfalto que ha ido cubriendo diversos focos de bacheado de nuestra ciudad, tal y como ocurrió la semana pasada. Una mano de asfalto a la que, como si yo fuera un experto, le auguro un futuro breve haciendo honor al adagio que reza 'eso está levantado otra vez en dos días'. Pero dejemos a los ingenieros y urbanistas hacer sus cosas y nosotros dediquémonos al pintoresquismo, al apunte, al fresco monumental, a escribir de todo y de nada. A no decir nada. A hablar de la Calle Santa Rosa.
Una calle que, contrariamente a lo que indica el sentido del tráfico, de desahogo de la Avinguda Francesc Macià para redirigir coches hacia la Sant Joaquim, un tráfico que va en dirección al río, el habitual pasajero (yo mismo, por ejemplo) siempre recorre en sentido ascendente. Una calle que quizás comienza más abajo. En los juzgados. Una calle que muere en los juzgados que nacen en el parque, en la plaza. Una calle que, a qué negarlo, no tiene personalidad propia. Una calle que es la que está al lado del parque. Una calle estrecha. Una calle sin comercios. Una calle con cosas inéditas en nuestra ciudad, como una fábrica, una empresa. Una calle con una tienda de artículos eróticos. Una calle con casas bajas y un banco. Una calle con una librería y una peluquería. Una calle sin nada.
La calle Santa Rosa nace, y perdón por ir empezando el texto cada dos por tres, pero tengo en la cabeza el ruido de las chanclas al caminar por la calle. Ese sonido de las chanclas arrastrándose. Y es un sonido turbador. El sonido de las chanclas de dos chicas caminando arrastrando los pies, con chanclas y chandal. Y es un sonido que me llega antes de caminar por esta calle. Pasos cansados. Pasos que se arrastran. Caminar que no quiere llegar y que no quiere volver.
La calle Santa Rosa nace cuando uno da la espalda a los juzgados. Juzgados que servidor solo ha visitado para temas relacionados con 'dar apoyo a'. Bien agredidos por los fascistas de Plataforma per Catalunya, bien por temas de desahucios, bien por temas de movilizaciones feministas o compañeros o compañeras que han tenido que acudir por sus cosas de ellos y ellas. Sigamos hacia delante. Estamos en la intersección con la calle Baró. Calle que corta una calle, que corta un parque que sigue hacia delante hacia qué lugar... no es nuestro problema ahora mismo.
Seguimos encarados hacia arriba, la calle es corta y enseguida vemos el final. A nuestra derecha, la plaza Baró. Una plaza Baró que quizás también va necesitando un arreglillo, un algo, un cambiar al menos las baldosas aquellas estriadas de hace tantos y tantos años. Plaza Baró, Plaza José Berruezo. Plaza con dos nombres. El popular y el oficioso. Ir a hacer el chorra a la plaza Baró. A hacer como que éramos ya entonces algo que no éramos. Algo que consistía en ir allí, sentarnos en un banco, nada. La Plaza Baró. Gente jugando a la pelota. Habaneras en las fiestas del Río Norte. La Plaza Baró. No sé porqué pero siempre pienso que lo que le pasó al O. fue en la acera de la calle, la otra, la calle Major. Nunca en esta acera. Porque en esta acera... quién. No sé dónde le pasó. Pero le pasó. Yo he ido a coger hojas de morera en la Plaza Baró. Plaza José Berruezo. Yo paso por la plaza Baró para ir al Mercadona. Yo paso por la Plaza Baró nunca. Bocadillo de bacon queso en las fiestas. Alguna cerveza. Nada. Sigamos adelante.
Ya no está.
La Fabriketa. Yo he ido a la Fabriketa, no sé, unas cuantas veces. Igual solo fui una vez. Una fiesta, o un concierto. No recuerdo. El suelo estaba mojado. Muy mojado. Había una pelota como de espuma. La pelota estaba chorreando, nos la íbamos pasando unos a otros. Nos pusimos pingando. Pero no era ese el plan. No sé cuál fue el plan. Una fiesta o un concierto. No recuerdo. Se hacían cosas en la Fabriketa pero a mí ya me parecía que se me había pasado el tiempo de la Fabriketa. Frente a la Fabriketa estaba el Ateneu Popular Júlia Romera. Aún está puesto el cartel, aunque ya no están allí. De la Fabriketa ya no queda nada. Un solar. Casitas bajas a su alrededor. Pisos.
Al Ateneu fui también muy pocas veces. Puede que fuera solo una. Una charla que dio el PCPC, no recuerdo el motivo. Fui. Creo que llevaba alguna chapita. No me acuerdo de qué iba. Ni la chapita ni la charla. Me fui. No sé si me tomé algo esperando a que empezara. Una cerveza. Persianas bajadas. El Condis, persiana bajada. Cerrado. No sé si se entró alguna vez por allí.
Un desto de reformas de fachadas. Antes estaba en un chaflán, el de la Calle SAnt Joaquim. El señor aquel viendo la tele. Siempre. Ahora no sé si está en el otro chaflán, donde trasladaron la sede del desto. Casitas bajas. No sé cuántas están habitadas.
El otro día, caminando por la calle, una señora se cayó del bordillo, en esa esquina. Se metió un buen tortón. Se hizo sangre en la nariz. Coches parados. Gente atendiéndola. No le pasaba nada, decía. Llamaron a un ambulancia.
Una fábrica. Caminas por la calle mil veces y no sabes nada. Vas caminando y ves una nave, un edificio, grande, no sabes si está ocupado, desértico, tiene actividad, funciona. Qué hay. No conoces nada de tu ciudad. Cuatro cosas, cuatro tópicos que vas alargando en el tiempo. Cuatro calles. Son las calles más cercanas, las más próximas a tu casa, y ni siquiera eso conoces. Una fábrica, una empresa, qué hay. Qué es. Se llama Laboratorios Interpharma. Jamás pensaste. Pasaste por allí mil veces y nunca miraste.
En la acera de enfrente, Tuppersex. Nunca he entrado en esa tienda. La gente la mira al pasar. Es curioso, una tienda de artículos eróticos, en una calle tan poco concurrida. Santa Rosa. Nada concurrida. Tuppersex. La responsable creo que escribía artículos. Lencería en el escaparate. Seguimos avanzando.
Y casi llegamos al final, porque es una calle que es corta. Y tiene ya a la vista la Papiros, la parte de la Papiros que da a esta calle, aunque la entrada principal la tenía en la Francesc Macià. Y hace L. O hacía L. No sé si sigue haciendo L. Pone Papiros ahí también. A su lado, la peluquería Jordi. Y a su lado la farmacia que ya pertenece a la Francesc Macià. Y los conos o pivotes puestos para que no haya coches para que los coches puedan tomar la curva sin hacer maniobras. Y cuando hay un coche aparcado no se puede. Pero hay pivotes. Y ya hemos llegado. Y se ha hecho corto. Porque es una calle que es corta. Y tiene los bordillos altos y las baldosas antiguas. Y las casas bajas y no tiene tiendas. Y no tiene un bar. Un bar. Del que contar anécdotas. Un bar. Con su cerveza y gente mirando la tele a las once de la noche. Un bar al que nunca has entrado.
Y en la acera de enfrente la Caixa, que pertenece a la Francesc Macià.
Y tú perteneces a la Francesc Macià.
No. Es broma.

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