viernes, 19 de octubre de 2018

Chaco

En la guerra del Chaco, Adalberto Yarrigaray le cuenta esto a sus compañeros:
- Y tiene la misma cara que ella. Exacta. La misma. Igual. Y no es su hermana, ni su madre, ni son familia. Tiene los mismos ojos, la misma manera de sonreír, de decir las cosas moviendo las manos así como las mueve. Y el tono de voz, ese tono de voz misterioso que a veces parece que no la entiendas y otras parece que esté dejándote con la incertidumbre de qué pasará. Y se corta el pelo de la misma manera. Y los ojos. Los ojos que miran de la misma forma. La sueño igual. Igual que cuando la tenía delante en aquel jardincito que había frente a su casa. No se diferencia en nada. La misma cara de ella, en sueños y en la realidad. Y todas las noches pienso que es mejor soñarla que no mirar su fotografía. En su fotografía, el papel se va ajando, se me arruga, se moja, está deteriorado. En el sueño, en los sueños, ella es igual que siempre.
Gilberto Vallibián escucha todos los días la historia. Una tarde encuentra la foto de la amada de su compañero en el suelo. Una fotografía maltrecha. La coge, se la guarda en el bolsillo y la quema. Total, siempre habla mal de la foto.
A los pocos días, Adalberto Yarrigaray amanece colgado de la viga de una de las garitas del Ejército.
- Ya no la sueño. No la sueño.
Decía...

No hay comentarios:

Publicar un comentario