jueves, 18 de octubre de 2018

Karpov

Debo aclarar antes de comenzar que se me da muy mal explicar las cosas. Tengo una facilidad congénita para inventarme datos, situaciones, conversaciones, mundos, soluciones a los problemas de nuestro tiempo, que se me van ocurriendo así, como por ensalmo, porque no me ciño a los hechos. Por eso, si lo que me estáis pidiendo es que os explique la partida, os advierto que voy a ir contando cosas sobre la marcha que igual os despistan o que os llevan a pensar en otras cosas. Pero no os preocupéis, se debe a una especie de mecanismo por el cual las personas que ejercemos una situación de dominio, de poder... es igual, no os lo ibais a creer. Digo, que no me podéis obligar a contar la partida sin que antes me retrotraiga a un tiempo pasado, un tiempo en el que no existían todos estos adelantos tecnológicos y las cosas se hacían de una manera más auténtica. Sí, así es, soy de esos que piensan que las cosas antes eran mejores. Las cosas de antes. Pensar en las cosas de antes, pensar en cómo se jugaba al ajedrez antes. Pensar las cosas que os gustaban antes y las que os gustan ahora. Intentar imaginar un mundo sin ajedrez. Un mundo muy antiguo, un mundo en el que el ajedrez todavía no se había inventado y en el que los hombres y mujeres pasaban el rato con otros juegos. ¿Quién inventó el ajedrez? ¿En China? ¿En la India? ¿Fueron los árabes? ¿Fuiste tú que me estás mirando con ojos de almendra? No lo sabemos. Nos gusta fabular, nos gusta imaginar las cosas y creer en paraísos que nunca vendrán. Es preferible utilizar el pensamiento de una manera práctica y resolutiva. Pensar, actuar. Imaginar es perder el tiempo. Perder el tiempo desde una perspectiva como en la que nos estamos moviendo, la del ajedrez, es algo completamente inapropiado. Hay veces que pienso, porqué me dejarán un micro. Porqué tengo que explicar una partida que no tiene más explicación que la que se ve. Interpretar una partida. Dejar volar la mente hacia otros lugares. Salida con el peón de reina, mal. Salida con el peón de rey. Mal. Todo mal, pero eso no lo sabes tú que no tienes ni idea de ajedrez ni de nada, eso lo sé yo que soy Campeón del Mundo. Te digo, ojos de almendra, que el ajedrez es mucho más importante que nada de lo que hayáis podido imaginar o pensar. El ajedrez es la vida. La vida y mucho más. Maldito sea el ser humano chino o china que inventó este juego que me va a volver loco. No sé explicar las partidas. Todos los años igual, explica, cuenta, narra, divulga. No. No puedo hacerlo. Me pierdo. Me acuerdo de mi abuelo poniéndome alcohol de romero en la rodilla cuando me caía de la bici. No me gustó nunca montarme en bici. Esto lo estoy recordando porque no sabría hablar de la partida, del juego, del ajedrez. No me gusta atacar. Siempre creo que soy capaz de atacar, de pasar a la ofensiva. Pero al final no lo hago. Dejo que las cosas vayan cayendo. Pero no siempre pasa. Aquí, ahora mismo. Ha pasado. No sé cómo ni de qué manera pero tengo el micro en la mano y tengo que explicaros algo muy evidente. He ganado yo. Y no he tenido que hacer nada.

2 comentarios:

  1. Algún día diré yo eso con un boleto de la primitiva en la mano. Y será glorioso. Me sentiré Karpova.
    Extrañaba a Karpov. Cuánto tiempo.

    Feliz tarde

    Bisous

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