jueves, 29 de octubre de 2015

Caminando con Jesús

Iba el otro día caminando con Jesús y me dijo que estaba atravesando un momento de profunda crisis. Una crisis de fe. Yo le escucho siempre, porque Jesús siempre tiene cosas importantes que decir y porque no acostumbra dejarse ver demasiado. Cuando estoy con Jesús, siempre pasan cosas importantes. Cuando estoy con Jesús, aprovecho el tiempo. Sin embargo, aquel día, dando un paseo como siempre por las calles de la ciudad, lo ví algo cansado. Alicaído. Normalmente, cuando vamos los dos juntos es él quien domina la situación, quien dirige los pasos, el que marca el camino. Sin embargo, el otro día, le preguntaba para dónde quería tirar y contestaba con evasivas, le daba igual, por allí mismo, donde yo quisiera. Así, le pregunté qué era lo que le pasaba y me dijo que no lo veía claro. El qué no ves claro. No veo claro, me dijo, casi nada. Se explayó un poco más, pero tampoco me supo concretar demasiado lo que tenía dentro. O quizás no quiso. Dijo que tenía una crisis de fe. No en él mismo, sino en su papel real en toda la movida de la salvación final del género humano. Que a veces pensaba que él no estaba preparado para llevarlo todo hacia delante. Y que, sobre todo, no entendía cómo él, que era Jesús, podía tener crisis de fe en él mismo. Que sabía que las crisis de fe le daban a gente con profundas creencias que quizás se pasaban de la raya, pero que él, que en definitiva era parte importante por no decir sustancial de la conformación de toda creencia... que no sabía que le pasaba. Le dije que poco podía hacer por ayudarle, que a mí, que no soy una persona creyente, me gustaba caminar con él y escucharle y tener muy en cuenta sus observaciones, aunque tuviese muy claro que todo era una ilusión y que en realidad Jesús no existía. Pero yo me sentía bien con él, fuese o no real. Lo importante es, no sé, no pensar demasiado las cosas. Un día, hace tiempo, salí de casa para ir a tomar algo. Había quedado. Y no sé cómo ni porqué, que no llegué al sitio al que iba, que al poco rato estaba caminando con Jesús a mi lado. Y me contaba cosas. Y yo a él. Me daba consejos, yo los escuchaba. Yo no hago muchas preguntas al respecto.
Por eso me extrañó que Jesús me dijera eso. Me dio que pensar. ¿Y si Jesús fuera real? Nunca le había tocado, por lo que me decidí a acercar mi mano a su hombro, para tener una prueba real de que estaba allí. No se me había ocurrido hasta entonces. Acerqué mi mano a su hombro y le toqué. ¿Qué haces?, me dijo. Tocarte, contesté. Pienso que si te toco y eres real, quizás tu crisis de fe venga relacionada con que no eres Jesús, sino alguien que cree ser Jesús.
Se enfadó. Se enfadó tanto que me dijo: si no te crees que soy Jesús, vas a ser tú Jesús. Y me puso en su lugar en la Catedral de Barcelona. El de la imagen, soy yo. Ahí estoy, clavado. Yo supongo que alguien se dará cuenta y dará la voz de alarma, pero nadie dice nada. A Jesús no se le pasa el enfado.

Cuadro de Antoni Boronat. 

2 comentarios:

  1. Que bien que camines con Jesus! Y eso que no crees en el .A ver si te baja de alli!

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