martes, 13 de octubre de 2015

El hombre que se quiso matar - Rafael Gil

He de decir que los primeros quince minutos, diez si me apuran, de película, no los ví sino que los escuché desde la cocina mientras me hacía una sopa. Y si me tengo que guiar por el argumento que daban en el teletexto, pues muy mal. En el teletexto decían que el señor Solá, eminente arquitecto, perdía un trabajo y a su novia el mismo día y que decidía suicidarse anunciando su plan en una conferencia. Pero que un caradura llamado Argüelles iba a aprovecharse de su situación. Ya podía uno esperar al tar Argüelles 'el caradura'. En fin.
Una película del año 1942, española, dentro del ciclo de películas españolas que están dando de manera inmisericorde en La 2. Pelis de todo. El otro día, creo que el domingo, vi una que se llamaba Premoniciones que no estaba mal, con Marta Etura. Ayer emitían El hombre que se quiso matar, basada en una novela de Wenceslao Fernández Flórez. Suficiente para dedicarle la noche al asunto. La peli, como digo, es del año 1942, española. Supongo y seguro que no me equivoco demasiado, que en España en aquellos años se fusilaba como Dios manda y esa España que dibujaba la película, era más bien irreal, pero la historia tiene su gracia. La forma de expresarse, la forma de hablar, ese actorazo que era Antonio Casal, al que también recordarán de películas como La torre de los Siete Jorobados, que tampoco he visto. Todo es interesante en esta película.
Un arquitecto sin trabajo se enfrenta a su novia, que le reprocha que es un manta y que no hace nada por mejorar su situación. Tanto es así que se cansa de esperar a que reaccione y lo deja. Transido de dolor, -todo el dolor que puede darse en una obra basada en el cachondo de Wenceslao Fernández Flórez-, decide terminar con su vida. Primero, se coloca en las vías del tren. Intento fallido. Luego colgándose de la lámpara de su casa. Segundo asalto. Aparece entonces un vecino suyo, interpretado por Xan das Bolas. Xan das Bolas es un actor que, en su momento, yo pensé que era otro actor. Y no. Era otro actor. Aquí aparece todavía más o menos joven, pero se le conocerá en ese cine caspa de los años sesenta ya de mayorcete. Qué nombre. Xan das Bolas. No se llamaba así tampoco.
El vecino le dice que dónde va suicidándose y el otro que sí, que ya le da todo lo mismo y que va a anunciar que se suicida en una conferencia que tiene que dar. Cierto, lo anuncia y se queda todo el mundo a cuadros. Decide hacer lo que le viene en gana, ayudar al prójimo, ayudarse a si mismo quedándose más a gusto que un pepe y ligándose a una muchacha que birla delante de los morros de su novio. Un pollo, que dicen en la película. La muchacha es hija de un señor que tiene una empresa de arquitectura, fíjate tú, y allí que va el señor Solá a pedirle, trabajo y la mano de la hija. Se convierte en un tío famoso, la gente le conoce y le deja hacer lo que le viene en gana. Se suicidará cuando vea la corrida de su amigo El niño de la alpargata, al que hace aplaudir por parte de los puristas, sólo porque es el hombre que se quiere matar.
Momentos impagables, el diálogo con el periodista, al que mete a trabajar de dependiente. 'Es que yo tengo un ideal, quiero escribir una novela', dice el periodista cuando le preguntan que porqué no se suicida. 'Mejor vivir bien que escribir mal', le contesta Casal.
Es Wenceslao Fernández Flórez, como Jardiel Poncela o Miguel Mihura, escritores muy buenos, graciosos, con un sentido del humor muy negro, pero que, ay, eran de derechas. Alguno muy de derechas, otros menos. Pero lo que es, es.
Al final... en fin, no es cuestión de hacer spoiler, pero estamos en el año 1942 y lógicamente aquí no se va a suicidar nadie, pero bueno. Una película graciosa, de otro tiempo, pero que le hace a uno pensar. Últimamente, piensa uno mucho.

1 comentario:

  1. Vaya, pues esta no la he visto, pero se tendrá en cuenta.

    Feliz tarde.

    Bisous

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