viernes, 20 de septiembre de 2019

Mawashi Geri

Levantas la piernecita así y zas. La gente. La gente un viernes por la tarde aporreando insistentemente algo, una pared, un algo. Obras domésticas que jamás acaban. Claxon que suena. Una discusión en plena calle. Una pierna que se levanta así y que en el aire hace pam. Onomatopeyas sin sentido. Argumentos rápidos para salir del paso. No parece que te hayas equivocado nunca. Estás siempre atento a la conversación aunque parezca que estás en las nubes. No estás nunca concentrado porque siempre tienes otra cosa en la cabeza. Lo que me cuentas me parece muy interesante pero me pierdo palabras concretas que me. No entiendo. Repítemelo. A la segunda. Contestar mal. No te estoy escuchando, lo siento. Se me está acumulando faena. Tengo que volver a poner en marcha el Proyecto Mawashi. Tengo que acordarme de qué iba el proyecto Mawashi. Tengo tantas cosas en la cabeza. Mira, soy de esos, de esa clase de gente que cuando hace algo y no le sale a la primera, ya no vuelve a hacerlo más. Cuando era pequeño (lo escondo en mitad del texto para que no huela) mi madre me apuntó a Karate. Como era flaquito y débil, pensó que con eso adquiriría algún tipo de. Y no. Cogía frío en el tatami. Hacía karate con calcetines y con camiseta de cuello alto. Cuello de cisne. No sé qué suena peor, si alto o de cisne. Lo único que cogía era frío. No me gustaba el karate. Hacía los ejercicios, ponía lo mejor de mi parte aunque se pareciera demasiado a hacer gimnasia y la gimnasia es lo peor. Cuando llegaba la hora de los combates, me cogía el Lagos, que era como dos veces yo y sin tanta posturita me daba dos tortas y me empujaba o me tiraba al suelo y ya. Y para qué tanto Mawashi Geri. Llegué a cinturón blanco dos rayas que según el karate kyokushinkay es como si estás sentado en el sofá y te levantas y vas a por agua sin caerte. Las artes marciales molaban cuando las veías en las películas de Bruce Lee, pero cuando veía una película de Bruce Lee si te digo la verdad, me aburría también. El mes de septiembre tiene estas cosas que no sabes si estás empezando algo, si ya habías empezado en enero o qué. El mes de septiembre parece el del final del verano y te obliga a estar algo mustio. Pero como estás empezando cosas no puedes estar triste. Tienes mala cara. Qué te pasa. No tienes mala cara pero te lo pregunto igualmente porque lo que me gustaría de verdad es que tuvieras mala cara. Me gustaría mucho que estuvieras mal, que te sintieras mal, y voy probando. Te voy preguntando. Te convoco. Nos reunimos. Te frío. Te congelo. Te paso dos vueltas por harina y te meto en aceite hirviendo. Me gusta cuando me miras esperando que reaccione mal. Levantas la pierna así como por encima de la cintura y lanzas la patada, zas. Cuando llega este tiempo te acuerdas de todas las camisetas guapas que no te has puesto y aceleras los cambios de vestuario. Me estoy convirtiendo en un experto de ir rellenando los ratos muertos. Converso amigablemente contigo. Nos estamos tomando una cerveza. Miro la hora. Me voy a casa. Parezco una canción británica de los smiths. O una canción norteamericana de los smithereens. No sé cómo se escribe. Me escribes cómo te llamas en un papel. Somos tan jóvenes. Hablamos de cosas rojas. De erudición roja. La pantera roja. Nombres de cosas rojas. Somos tan jóvenes. Tenemos tanto por medrar. Es un sueño. El paraíso. Te plantas delante del profesor y le lanzas la patada así. No te he escuchado bien, pensaba que me habías pedido un Mawashi Geri.

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